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Entrevista:André Glucksmann | EL DÍA QUE GIRÓ EL MUNDO

'Ahora la responsabilidad del fin del mundo se ha democratizado: es inmediata'

Josep Ramoneda

Sirve la filosofía para pensar un acontecimiento como el 11-S? Para André Glucksmann el problema de la filosofía es 'que tiene muchas dificultades con la realidad. Su desgracia es que tiende a refugiarse en los salones, en los banquetes o en la clase. No ver la realidad es un defecto que la acompaña desde sus orígenes'.

PREGUNTA. Usted ha escrito que 'el 11-S es un momento de verdad, de aletheia cruel', ¿qué es lo que no ha sabido ver la filosofía?

RESPUESTA. Lo que ha visto la gente normal: que se trataba de un cambio decisivo en la historia. Los ciudadanos de Nueva York, de un modo espontáneo, empezaron a llamar a la zona del ataque de las Torres Gemelas como 'ground zero'. Es una referencia muy precisa a la bomba atómica. 'Ground zero' es el nombre que se daba al perímetro de pruebas del proyecto Manhattan que produjo las bombas que después se tirarían sobre Hiroshima. La ciudadanía, de un modo probablemente inconsciente, ha querido relacionar el 11-S con otro acontecimiento que partió la historia. Las élites europeas se sienten obligadas a minimizar el incidente, el sentimiento popular es que ocurrió algo decisivo. E interrogar este sentimiento es, en definitiva, el papel del filósofo.

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P. Dice usted que 'cuando un tabú se cae, se cae para siempre'.

R. Y los americanos son los que más se han dado cuenta de ello. En el famoso discurso sobre el Estado de la Unión de Bush en que utilizó la expresión 'el eje del mal' hubo otra frase, a mi parecer mucho más importante, que pasó casi inadvertida: 'El tiempo no está de nuestra parte'. Es una afirmación extraordinariamente relevante porque expresa un cambio profundo en la idea que tienen de sí mismos en Estados Unidos. El tiempo siempre había estado del lado americano, la propia Constitución lo dice al poner a Dios del lado de la patria. De pronto descubren que no están en manos de la providencia. El tiempo no está con ellos. El ser filosófico de Estados Unidos muta. Los americanos sienten que viven un cambio en su propia historia. Y si los europeos no entienden esto, difícilmente comprenderán la realidad del 11-S o la estrategia americana.

P. A partir de este cambio, los americanos quieren refundar el mundo entero.

R. Estamos ante un Hiroshima bis. Entonces, el presidente Truman dijo: 'Nuestro futuro está en nuestras manos'.

P. Era la toma de conciencia de la muerte de Dios.

R. Era el mismo momento en que Sartre decía: 'Henos aquí de vuelta al año mil. Cada mañana estamos en vísperas del fin de los tiempos'. Durante cincuenta años, la suerte del mundo ha estado en las manos de siete potencias nucleares, en las decisiones de una docena de líderes políticos. Y los demás vivíamos con cierta sensación de delegación de responsabilidades. Ahora la responsabilidad del fin del mundo se ha democratizado: es inmediata, nuestro vecino puede estar trabajando en una bomba capaz de empezar a destruir el mundo a rodajas. Es la perplejidad de los estudiantes de Hamburgo cuando descubrieron que gente como ellos estaban entre los suicidas del 11-S. El sentimiento de responsabilidad se convierte en un sentimiento angustiantemente concreto. Hiroshima bis es el paso del arma absoluta en manos de unos pocos dirigentes políticos al arma absoluta en manos de cualquiera.

P. ¿Y qué nuevo orden internacional se puede construir sobre esta realidad?

R. Los americanos van por delante de los europeos, en la medida en que ellos ya se han planteado el problema. La estupidez, el primitivismo que desde Europa se les atribuye no es más que la proyección de nuestra propia voluntad de no afrontar la realidad. Al hablar de 'eje del mal', Bush señaló tres países: Corea del Norte, Irak e Irán. Con ello estaba dinamitando tres tópicos del momento. Primero: que el terrorismo es puramente islamista. Desde el momento en que incluye a Corea del Norte en la lista, está diciendo que la estrategia nihilista desborda en mucho el marco islámico y nuestras Orianas Fallacis y compañía quedan en fuera de juego. Segundo: que el terrorismo es un hecho al margen de los Estados. Bush cita a tres Estados y no es difícil sospechar que detrás de ellos piensa también en el protector de Corea del Norte, en el principal interlocutor de Irak y en el que suministra centrales nucleares a Irán, es decir, en la Rusia de Putin. Bush se da cuenta de que en Rusia está una parte del problema, una amenaza potencial, y Europa no se entera. La gran novedad de estos tiempos es que las relaciones de fuerza se han convertido en relaciones de destrucción, en capacidad de hacer daño. Siempre el poder ha tenido esta dimensión, pero en la época de los bloques la capacidad de dañar iba acompañada de la voluntad de construir un futuro. Hoy hay una potencia, que es Rusia, que ni siquiera está en condiciones de construir. 'En quince años estaremos al nivel de Portugal', ha dicho Putin. Si a pesar de ello se la acepta en el G-8 es porque se homologa un nuevo tipo de relaciones de fuerza en que la potencia viene de la capacidad de dañar y destruir: con el arma nuclear, con la corrupción, con la subversión, con las relaciones secretas con el terrorismo.

P. Lo que está usted planteando es la desaparición de la idea de futuro.

R. O la inmediatez del fin del mundo. Occidente nace de la afirmación de que el fin del mundo es posible. La caída de Troya es el símbolo de la capacidad de la humanidad para suicidarse. Y esta posibilidad hoy es más 'caliente' que nunca. Un ministro de la India sacó la siguiente moraleja de la guerra del Golfo: 'Para afirmarse como potencia es necesario disponer de armas de destrucción masiva'. Lo que Putin hizo en Chechenia no es menos grave que lo que Milosevic hizo en Kosovo. La diferencia entre Milosevic y Putin es que éste dispone de armas de destrucción masiva. Esto le permite a Putin hacer todos los chantajes que quiera a Estados Unidos para apoyarlos en la acción antiterrorista. Todos los dictadores y predadores del mundo ya saben qué tienen que hacer: procurarse armas absolutas.

P. Quedaba por explicar el tercer tópico desmitificado por Bush con el eje del mal.

R. La idea de que el 11-S y el terrorismo convertido en arma absoluta sólo concierne a Estados Unidos. Y que los americanos reciben un castigo con la misma moneda que pagan. Esta idea se ha extendido por todo el planeta, pero tiene expresiones distintas en cada región. En Oriente Próximo, el 11-S es visto como el castigo por el apoyo americano a Israel. En América Latina se piensa en el apoyo de Estados Unidos a las dictaduras de los setenta. En Japón todavía resuena Hiroshima. Los chinos aún se acuerdan de la intervención americana a mediados del siglo XIX. En Rusia, al antiamericanismo de tipo soviético ha sucedido un antiamericanismo possoviético, por el apoyo de los americanos a la oligarquía que ha conducido a la actual catástrofe económica, social y política. En cualquier asunto, siempre es culpa de Estados Unidos. Y es este mito de la superpotencia el que nos hace creer que el 11-S sólo les puede ocurrir a ellos. Cuando, para empezar, el 11-S debería hacernos comprender la vulnerabilidad de este hiperpoder.

P. Joseph Nye habla de la arrogancia americana, de la incapacidad para compartir los intereses de los demás.

R. Sin embargo, yo creo que el antiamericanismo tiene que ver más con las debilidades de los otros que con la conducta de los americanos. El antiamericanismo es la respuesta de pánico de los que no se quieren dar cuenta de que las relaciones internacionales hoy son relaciones fundadas en la capacidad de dañar y destruir. Si Nueva York puede ser alcanzada, cualquier capital puede serlo también. Ésta es una verdad angustiante. La rabia frente a nuestra propia debilidad se proyecta en el antiamericanismo. Creer que hay una potencia que lo controla todo, que todos los males dependen de ella, en el fondo es tranquilizante. Es una posición teológica: el demiurgo que controla el mundo, el fantasma gnóstico.

P. Usted rechaza las explicaciones de corte sociológico, económico o geopolítico.

R. Yo sólo pido que los sociólogos reflexionen sobre el fenómeno nihilista. Hace dos siglos que dura. Se ha manifestado a través de las más crueles experiencias ideológicas en el siglo XX. El furor de la muerte que culmina en las bombas humanas ha recorrido todo el mundo. Desde el populismo ruso hasta el fascismo -recuerden el 'viva la muerte' de cierto general franquista- y el comunismo -Mao decía que si la bomba mataba dos tercios de chinos todavía quedaba un tercio-. Ahora aparecen nuevas formas de nihilismo. Es lo que hay que estudiar. El problema de la sociología, la geopolítica y otras disciplinas es que parecen creer que una guerra que ha durado 75 años puede acabar sin tener consecuencias. Entre 1914 y 1989 ha habido una guerra que ha puesto patas arriba al mundo, con dos guerras mundiales, con las revoluciones, con la guerra fría que ha sido especialmente cruel para África y Asia. ¿Cómo se puede pensar que estos 75 años se pueden cerrar como un paréntesis sin que haya cambiado nada? Se han producido modificaciones fundamentales en las relaciones hombre-hombre, hombre-entorno y hombre-destino. Y en cambio, Fukuyama pasa página y anuncia el fin de la historia y Huttington nos anuncia una regresión religiosa. La realidad es que las religiones no han sido capaces de domesticar el monstruo nihilista. Y por eso Europa, que alumbró el nihilismo, es el continente menos creyente. Y el problema del islam es que no es capaz de resistir a los furores terroristas.

P. ¿Por qué Europa no consigue hacer sentir su voz?

R. Europa lleva un retraso intelectual enorme: no se ha percatado del giro del mundo en la época de los poderes destructivos. Ha dejado masacrar a los chechenos, mirando a otra parte. No quiere ver que Putin está construyendo un Estado que destruye un pueblo y niega la libertad de expresión. Ha dejado que el nihilismo fundamentalista se desplegara en Argelia sin hacer nada. Europa prefiere dormir. En vez de hacer política en el Magreb, tiene que pedir ayuda a Powell para resolver una ridícula disputa por un islote entre España y Marruecos, en la definitiva demostración de la impotencia europea. Europa no ha salido de la guardería de la guerra fría. En el fondo sueña con reestablecer aquella situación, con Bush a un lado y Putin al otro y Europa durmiendo en medio. Se ha conseguido que Estados Unidos no cuente para nada con Europa. La luz verde para atacar a Irak no la dará Europa, la dará Putin. Y cuando Putin la dé, a Europa no le quedará más remedio que ponerse en fila. El antiamericanismo verbal es la coartada para no hacer nada.

P. La contaminación del nihilismo es tal que hasta ha alcanzado a los judíos, víctimas ayer, en la persona de Sharon.

R. En este punto yo sería algo más prudente. En el 11-S los hombres bomba, que existían ya antes, se han consagrado como un arma cósmica, como una arma absoluta. Los palestinos lo han percibido perfectamente. E Israel se ha encontrado en una situación de extrema vulnerabilidad. El país se ha visto situado ante un problema insuperable que cualquier gobernante tendría que intentar controlar. Otra cosa es que después, en la persecución de los hombres-bomba se hayan cometido crímenes de guerra. ¿Qué pasaría si los talibanes en vez de refugiarse en las montañas se instalaran en los barrios periféricos de las grandes capitales? Habría que dar una respuesta. Es un problema estratégico del siglo XXI, que las potencias civilizadas tendrán que afrontar. Lo patético en Sharon es su incapacidad de ofrecer perspectivas políticas.

P. En realidad, el panorama que usted está dibujando es la desaparición de la política, y la liquidación de la democracia y de los ideales de la Ilustración.

R. No. La resistencia al nihilismo, a los hombres-bomba, forma parte de las exigencias de los ideales ilustrados. Es lamentable que Europa no utilice su experiencia, por ejemplo, para ofrecer un plan de paz a Israel. En Europa, durante tres siglos alemanes y franceses se han estado peleando. Y ha sido posible la paz. Hay que reflexionar sobre las condiciones de la paz en Europa y sacar conclusiones útiles para los demás. Que después las partes implicadas las aprovechen o no es otro problema. Pero Europa no puede renunciar a pensar.

P. ¿Qué plan de paz puede proponer Europa para el conflicto árabe-israelí?

R. Hay algunas conclusiones de nuestra experiencia histórica que deberían ser útiles para ellos. A mí se me ocurren las siguientes. Primera: la paz es posible cuando hay Estados. Es entre Estados que se hace la paz. Por tanto, es necesario un Estado israelí y un Estado palestino capaces de controlar a sus violentos, de ejercer el monopolio de la violencia legítima. Segunda: no hay fronteras naturales ni religiosas. Todas las fronteras son arbitrarias. Por tanto, ni los palestinos pueden pretender que aquel territorio les pertenece, ni los judíos pueden utilizar la Biblia como una especie de catastro para establecer los derechos territoriales de cada cual. Hay que volver a las posiciones de 1967. Tercera: en materia de refugiados no hay marcha atrás. Todos los desplazamientos habidos en Europa han sido sin retorno. No hay paz posible si se ponen en cuestión los movimientos de población. Puede ser muy injusto, pero no se conoce otra manera de afrontar la paz que aceptando la ubicación actual de las poblaciones. Y cuarta: rechazo del nihilismo teocrático, de las acciones terroristas contra la población civil. Si Europa no utiliza su experiencia se está suicidando intelectualmente. Sólo así se podrán establecer estrategias que permiten la vigencia de los ideales de las Luces en un tiempo en que las relaciones entre los hombres son relaciones de destrucción. La Ilustración no pensó el nihilismo, a pesar de que la Rusia de Pedro el Grande les podía haber dado pistas para hacerlo. Pero el nihilismo debe y puede ser pensado desde la Ilustración.

André Glucksmann (Francia, 1937) es autor de 'El discurso de la guerra'.PRIMER PLANO - RETRATO
André Glucksmann (Francia, 1937) es autor de 'El discurso de la guerra'.PRIMER PLANO - RETRATOFOUGERE ERIC/CORBIS SYGMA

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