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Entrevista:Diana Krall | MÚSICA

'Canto al amor y las relaciones humanas, dos temas a los que no afecta el paso del tiempo'

Unos años atrás, Diana Krall (Nanaimo, Columbia Británica, 1962) sufría sobre el escenario y los aplausos le sonaban casi amenazantes. Hasta su espigado metro ochenta de estatura parecía un inconveniente. El único remedio que podía emplear entonces contra su timidez galopante era la fuerza de su vocación. Ahora se la ve mucho más confortable y hasta se permite bromear con el público, eso sí, siempre dentro del muy peculiar canon humorístico canadiense. No falta quien considera su voz la más erótica desde Peggy Lee. Le han declarado su admiración Elton John y Sting, y también en el mundo del cine tiene seguidores de tanto renombre como Clint Eastwood, Robert de Niro, Harrison Ford o Jessica Parker. De hecho, la cantante y pianista es ya una experta en bandas sonoras (Medianoche en el jardín del bien y del mal, Otoño en Nueva York y The Score son algunos ejemplos); próximamente se la podrá escuchar en The guru, en la que interpreta el tema principal, Just the way you are. Esa canción de Billy Joel forma, junto con otras extraídas de sus dos exitosos compactos anteriores (When I look in your eyes y The look of love), el contenido básico de su próximo disco, Live in Paris (Verve/Universal), grabado en la sala Olympia ante una audiencia fascinada por ese íntimo desapego que Krall sabe imprimir a todo lo que canta. Un temario similar se podrá escuchar en Madrid (días 27 y 28 de septiembre, Palacio de Congresos) y Barcelona (día 30, L'Auditori).

La canadiense es parca en palabras y confiesa de entrada su aversión a las entrevistas: 'No llevo bien tratar con la prensa', admite. Pero Krall no está sola en la tarea. Un solvente equipo de músicos acompañantes y la varita mágica de Tommy LiPuma, uno de los más influyentes productores actuales, han contribuido decisivamente a convertirla en toda una estrella; entre otras cosas, han conseguido que fuese la primera cantante de jazz nominada a un grammy en la categoría de disco del año y que sus compactos más recientes hayan vendido ya más de dos millones de copias cada uno. Krall reconoce la importancia del apoyo: 'En cada momento he dado con la compañía adecuada. Todos me han enseñado y protegido. Desde pequeña adoraba esta música y me preguntaba qué se sentiría al actuar con Ray Brown y todos esos extraordinarios músicos veteranos. Doy las gracias por haber encontrado personas que me han dicho sin tapujos lo que pensaban sobre mí; me han ayudado mucho. Soy feliz: deseaba que las cosas sucedieran y han sucedido'.

El origen de su afición viene de lejos. 'Mi padre tenía una gigantesca colección de discos y mi madre adoraba la música clásica', recuerda. 'Los domingos poníamos una pila de discos de 78 revoluciones por minuto mientras jugábamos a las cartas. Yo no sabía muy bien qué estaba escuchando. Lo mismo podían sonar óperas y sinfonías que la orquesta de Duke Ellington o el piano de Fats Waller. Luego empecé a cantar con mi abuela paterna. Creo que sueno como ella. Era todo un carácter. Siempre era la última en irse a la cama el día de Navidad. Supongo que aquella época marcó en mí una impronta indeleble'. Después de las reuniones familiares, Krall se aventuró en la escena local hasta que Ray Brown se erigió en su primer mentor, y el añorado pianista Jimmy Rowles le dio algunos valiosos consejos. 'Desearía que Jimmy todavía estuviera cerca de mí para preguntarle cosas que me interesan y escuchar encantada sus historias sobre Billie Holiday y Sarah Vaughan'.

Esa inclinación hacia artis-

tas y canciones del pasado le han valido a Krall algunas críticas que la cantante no termina de entender: 'La carrera de Frank Sinatra se basó en títulos antiguos, y lo mismo las de Tony Bennett y Nat King Cole. Las canciones que yo elijo no son nostálgicas; tratan de amor y relaciones humanas, dos temas a los que no afecta el paso del tiempo. Por otra parte, yo escribo mis propios arreglos. No estoy en contra de componer material nuevo si siento la necesidad de hacerlo, pero, simplemente, hago lo que hago y no creo que tenga que defenderme por ello. Una canción puede parecer otra cambiándole sólo el tempo, un aspecto que para mí es crucial'. Quizá por la dificultad de encajar su voz en el ritmo a través de un idioma que desconoce, Krall contesta con un rotundo 'no' cuando se le pregunta sobre si piensa interpretar alguna otra canción en español: 'Escuché en México Bésame mucho y me enamoré de su melodía, pero sé que tiene un contenido erótico importante y me espanta la idea de pronunciar mal alguna palabra que dé pie a significados equívocos. De todas formas, nunca se sabe; quizá en el futuro'.

Cuando Krall habla del porvenir no se refiere a unos meses vista. Reconoce que a veces le ha costado años encontrar el camino para adaptar a su estilo una canción determinada. 'La tonalidad es muy importante', afirma. 'Procuro que lo que canto suene natural. Conseguir que una letra parezca sencilla es lo más difícil. Para lograr esa engañosa sencillez, Krall trabaja duro tanto en los estudios como en los escenarios. Me gustan ambas situaciones a pesar de ser tan distintas', dice. 'Del público extraes energía; al estudio entras con un plan que te conduce a un proceso creativo cuyos resultados van a perdurar más que uno mismo. Yo disfruto preparando las sesiones y eligiendo las mejores tomas. The look of love nos costó seis meses de preparación y sólo cuatro días de grabación'.

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