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Reportaje:FÚTBOL | Primera División

El 'Roberto Carlos' diestro

El rumano Contra, el último fichaje milanista del Atlético, es capaz de romper los partidos desde su lateral

Cosmin Contra (Timisoara, Rumania, 1975) no es un futbolista. Es un anarquista del balón. Un regalo para los tiempos actuales. Su fichaje por el Atlético ha llegado cuando estaba sonando la campana. A punto de vencer el plazo de inscripciones, pero a tiempo. Podría parecer arriesgado, pero Luis Aragonés sabe lo que se hace. Un lateral derecho, un supuesto defensa, que ha costado 8,5 millones de euros y al que ha atado para las próximas cinco temporadas. El último fichaje del club de Jesús Gil es un defensa con alma de delantero, de los que ya no existen. Es un Roberto Carlos diestro, sin miedo a las comparaciones.

Contra, por el que el Milan pagó 12 millones de euros al Alavés hace un año, no juega más adelante porque lo que él necesita son metros. Muchos metros. Tiene una relación muy particular con el balón. Se le adhiere a la bota y no se le suelta. Es difícil quitárselo. Regatea, corre, centra... Da goles. Tratándose de un lateral, basta con decir que es capaz por sí solo de romper un partido. Lo sabe bien Juan Carlos Rodríguez, su descubridor español, que lo fichó para el Alavés, aunque tuvo que compartir sus derechos con el Salamanca. Le bastó verle 45 minutos con el Dinamo de Bucarest para enamorarse por completo de su juego.

El talento le surge de manera natural. Nadie se explica cómo. 'Éste ha tenido que pasar hambre de chaval', dice alguno de sus antiguos compañeros de equipo, pasmados cada vez que robaba el balón en su área, recorría el campo entero y daba un pase de gol. Y lo mejor es que eso ocurría cerca del minuto 90.

El propio Contra tampoco sabe por qué le ha resultado siempre tan fácil el negocio del fútbol. Pero es así desde pequeño, desde que en el final de la era Ceaucescu, con 14 años, le concentraron durante 42 meses con la selección juvenil de Rumania. 'Entonces no podías hacer muchas cosas. Mi trabajo siempre fue el fútbol', reconoce.

Pronto destacó en la Politécnica de Timisoara y prosperó. Marchó a la capital, al Dinamo. Y siguió prosperando. Se vino a España, a un Alavés que entonces se conformaba con lograr la permanencia y que, con futbolistas como él, se plantó en una final de la Copa de la UEFA ante el Liverpool y que, pese a la derrota, se ganó la admiración de media Europa y de Italia.

Contra siguió prosperando. Pero en Milán, a pesar de que todos los entrenadores que pasaron por el banquillo confiaron en él, no vivía a gusto. Se aburría en Italia. El calcio no es un buen lugar para la alegría.

Como en su día hizo Roberto Carlos desde el vecino Inter, Contra se ha marchado a Madrid con la idea de volver a gozar sobre el césped. Problemas de adaptación seguro que no tendrá. Es uno de los futbolistas más fáciles de acoplar a un entorno, por mucho que trate de excusarse ante los árbitros, cuando les insulta, con que no domina el idioma. Ése es su mayor defecto, el exceso de ímpetu. Pero lo compensa dentro y fuera del campo.

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