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Crónica:CORRIDAS GENERALES DE BILBAO | LA LIDIA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Malos toros para las buenas intenciones de tres caballistas

Quien contrató la corrida de rejones de ayer no va a ganar el primer premio de la listeza. Creo que alguien fabricó un tocomocho de la carne inservible en toda regla. De esa guisa, el público complaciente, como suele ser el de las corridas de rejones, no tuvo apenas ocasiones de volcar las toneladas de dulcedumbre que llevan dentro de sus manos aplaudidoras.

Gracias a que Pablo Hermoso de Mendoza dejó algunas muestras -las pocas que le permitieron los toros- de su talento como jinete. Por ejemplo, el torear con la cola del caballo y un gran quiebro de banderillas, más dos pares de banderillas muy ceñidos. Todo esto en su primer toro. En su segundo, cabe contabilizar un segundo par de banderillas muy bueno, algunas cabriolas frente a la cara del toro después de un par de banderillas y dos rosas, más el juego del teléfono como adorno propinístico.

Sánchez / Bohórquez, Domecq, Hermoso

Toros de Sánchez-Cobaleda, despuntados reglamentariamente para rejones: parados, blandos y mansos, en general, sólo sirvió el 4º, un saldo. Fermín Bohórquez: rejón al 4º intento (aplausos); rejón trasero y descabello pie a tierra (petición y vuelta). Luis Domecq: rejón caído al 2º intento y de nuevo rejón caído (ovación); rejón caído al tercer intento (silencio). Pablo Hermosos de Mendoza: rejón caído al tercer intento (gran ovación); rejón trasero y caído (oreja y petición de otra). Plaza de Vista Alegre, 17 de agosto. 1ª de feria. Cerca del lleno.

Fermín Bohórquez estuvo muy espeso en su primero. Toreando muy alejado del toro. Abundó en galopes que sonaban a perlas falsas. En su segundo se excedió en los juegos circenses (movimiento del caballo de un lado a otro, en un vaivén artificioso), aunque a la hora de colocar las banderillas alguna se le cayera demasiado delantera y alguna otra no llegara a prender en el toro. Poco recomendable resultó su actitud suplicante de cara al presidente de la plaza, para que le concediera la oreja, que ese público dulzón no la pedía de manera mayoritaria.

La actuación de Luis Domecq fue bastante mediocre. El caballo correteaba sin que provocara entusiasmos. Semejaba un viejo tambor que por más que se le golpee con fuerza descomunal apenas emite sonido alguno. Es posible que tanto el tambor como el caballero lleven implícitos una cierta dosis de comprensión lastimosa (un curioso llanto de cebollas).

Mucha culpa de que la tarde acabara por rondar las puertas de la mediocridad cárguese al responsable de la compra de las reses. Además de eso, para colmo los caballistas mataron rematadamente mal. Quiere decir, como conclusión, que poco quedó para el recuerdo.

Y por si alguien esperaba ver a Cagancho en acción, se llevó un chasco. El famoso caballo se despidió en los últimos sanfermines. Ahora corre por el campo libre de espuelas, lo que entre caballos de gran alcurnia aseguran que es como si estuviera bebiendo a poquitos la leche del Edén.

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