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Entrevista:ENRIQUE MILLÁN | Abogado y funcionario del Estado en gobiernos civiles

'En política, salvo excepciones, nombran a idiotas para cargos públicos que se vuelven más idiotas'

De porte diplomática, políticamente incorrecto, vasta memoria, ironía fina, admirador de Ortega y Gasset y de Tagore, Enrique Millán -cargos varios en los gobiernos civiles de Bilbao, Tarragona, Córdoba, Valencia, Ourense, La Rioja, Castellón y Melilla, donde fue delegado de Gobierno, y en el Gobierno provincial y autónomo de Guinea Ecuatorial- es temido y admirado con intensidad parecida. Participó en el diseño de la campaña que dio el triunfo al ex presidente Eduardo Zaplana y es oráculo en la sombra para actuales consejeros. Los éxitos no fueron suficientes para restar peso a los 65 años que tenía en 1995, demasiado mayor para Zaplana. Antes de la jubilación, dejó un diario de las miserias políticas vividas en su tránsito por los gobiernos civiles en Mis queridos poncios, donde descubre quien llevaba faja o peluquín, quién tenía debilidad por los licores, quien se ganó el sobrenombre de Incítates (el caballo de Calígula nombrado por éste cónsul) por su 'idiotez' o quien el de Torquemada. Su falso retiro lo ha invertido entre otras cosas en ayudar a la oposición de Teodoro Obiang y escribir ensayos transgresores como el dedicado a la imbecilidad inspirándose en la política.

Pregunta.- ¿Por qué no contó Zaplana con usted?

Respuesta.- Porque cuando hablo se me entiende, quiero que se entienda todo. Eso en política no se lleva. Martín Quirós formó un grupo, entre los que estábamos José Sanmartín y yo, para aportar nuestra experiencia al proyecto que encabezaba Eduardo Zaplana. Hicimos un buen trabajo pero en su paidocracia no cabíamos. No se premia ni la inteligencia ni la iniciativa.

P.- ¿Qué hará Eduardo Zaplana en Madrid?

R.- Terminar sus días. Es una huida hacia adelante para no sé qué. No creo que sea uno de los tapados, aunque en política todo es posible porque los políticos son incorregibles. Madrid no es el hábitat de Zaplana y él es un advenedizo, un figura pero advenedizo, sus declaraciones siguen sonando a falsete, y compite con otros que están mucho más acompañados. .

P.- ¿Qué le parece Camps?

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R.- Un poco fúnebre. La suerte que tiene es que de momento la oposición está fuera de juego. Francisco Camps es un chico poco mediterráneo, no tiene luz, no es nada fallero. Ya veremos. No recuerdo yo que brillara mucho como concejal ni consejero. No es exuberante y aquí entran las cosas por los ojos

P.- ¿Le gusta mandar?

R.- Me fascina el poder. El gobernador civil venía de paso y había que asesorarle, lo que te permitía ser un poco Maquiavelo. Salvo excepciones, cuatro o cinco, nombran para cargos públicos a idiotas que se vuelven más idiotas.

P.- Trabajó en Melilla y Guinea Ecuatorial, ¿cómo está África?

R.- Para volverla a colonizar pero bien, no como se hizo.

P.- ¿Marruecos es un peligro?

R.- Es un peligro el mundo árabe. No sabemos cómo son pero ellos sí nos conocen. La diplomacia árabe es dura. La ventaja es que los países árabes no están unidos.

P.- ¿Perejil?

R.- Preocupante, ellos siempre prueban. No es buena la actitud del Gobierno de no querer hablar. Hay que hablar de todo, negociar es otra cosa. Técnica inglesa.

P.- ¿Qué le parece Ana Palacio?

R.- Versallesca. Una mujer muy preparada pero una equivocación de Aznar. Me repugna decir que no es práctico porque creo que hay luchar por la igualdad de mujeres y hombres, pero en los países árabes no la verán como interlocutora válida, no somos el imperio.

P.- ¿Ha habido talla política al afrontar la crisis?

R.- No, pero es que hay muy poca talla política. Es un problema incómodo, molesto. Mohamed VI necesita válvulas de escape, no acaba la cosa aquí. En enero, la tendremos por lo del Sáhara. Ése es un conflicto resuelto ya a favor de Marruecos, lo que pasa es que políticamente no es correcto decirlo así.

P.- ¿Acordarse de Guinea es...?

R.- Es que lo hicimos tan mal también en Guinea, que es mejor no acordarse. Es una historia de amor que no termina. No nos acordamos pero no nos olvidamos.

P.- ¿Qué es un buen político?

R.- Debería tener una sólida formación, cosa de la que carece la mayoría, muchos son casi analfabetos. ¡Dicen unas tonterías! Piensan que los ciudadanos somos idiotas. Les falta cultura humanística, no saben expresarse, ni una cita de memoria... no saben a quien se dirigen. No hay nuevos Herrero de Miñón o Tierno Galbán. Los políticos no comunican, a la política le hace falta top-less, que cada cual muestre un poco quien es, que sepamos quien es cada cual. Estamos en las antípodas del político de raza.

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