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Reportaje:

Sexo doble

Los clubes de intercambio de parejas se promocionan como oferta de ocio tórrido para aquellos que se autodenominan 'gente libre'

El jacuzzi es inmenso. Aquí cabe mucha, mucha anatomía. Si tocas un resorte, del habitual glu-glu-glu cadencioso, pasa al glugluglugluglu a toda velocidad. Como si se hubiera vuelto loca, la macro-bañera propulsa borbotones de un agua que, con sus pellizcos, parece que hace sentirse especialmente juguetón a un enjambre de humanos desnudos, retozones y maduritos. 'Oh, yo he visto esto lleno, con 15 o 20 parejas apretadas como sardinas; un roce por aquí, un roce por allá, se rompe el hielo, y entonces comienza el rollo', explica Eduardo, uno de los socios propietarios del local más singular de Montcada: el Charleston-parejas, que, en el número 13 de la popular avenida de Fernando El Católico, lleva seis años funcionando. 'Al principio, los vecinos no lo aceptaban', explica Eduardo. 'Pero ya han asumido que este es un local tranquilo, que no aceptamos prostitutas, que todo es legal'.

Las instalaciones están divididas en fases, según donde quiera llegar el usuario
La oscuridad intimista reina en un club que tiene clientes en toda España

'Rollo', aquí, quiere decir sexo puro. Y sexo, aquí, quiere decir intercambio de pareja. No obstante, la modalidad varía según las preferencias. Algunos quieren incorporar a alguien a su habitual estructura dual, o mirar cómo su pareja yace con otro/a. Otros copulan como en casa, pero al lado de gente, observando una composición porno en vivo. Y los más ortodoxos, cambian, él y ella, de pareja por una noche. Cada par paga 37 euros en la puerta del club, que funciona como un pub -de 11 de la noche a 3.30 de la madrugada- y tiene licencia de pub. Por ese precio, pueden beber cuatro copas, y utilizar todas las instalaciones del Charleston, que se promociona como 'pub liberal' (de hecho, sus usuarios se autodenominan 'gente libre'). Unas instalaciones divididas en fases, según donde quiera llegar el usuario: hasta el escarceo, o hasta el final. 'En primer lugar, hay una barra tipo pub clásico, donde las parejas pueden conocerse', explica Carmen, socia de Eduardo, 'y si observamos timidez, nosotros los presentamos'. 'Luego', continua, 'pasan a una pista donde se oye música lenta y hay reservados'. 'Más tarde encuentran la zona nudista, donde está el jacuzzi'. 'Para entrar aquí es obligatorio desnudarse, y si lo abandonas, has de taparte con una toallita: es el espacio para tomar contacto directo', explica Carmen. Y después, la traca final, toda una zona de grandes lechos 'sobre los que practicar sexo unos al lado de otros'. 'No obstante, también hay reservados para los que quieran preservar su intimidad, aunque quieran contemplar la de los otros', matiza Carmen. 'Esto lo limpiamos cada día muy a fondo', explica Eduardo, 'para que las camas y todo lo demás se puedan utilizar cada noche'. Porque abre todos los días. 'Las chicas pueden entrar solas cuando quieran; los hombres solos para formar trío, de domingo a viernes; el sábado, sólo parejas', recuerda Carmen. 'Es el mejor día, cuando 40 matrimonios o parejas estables de mediana edad se acercan al local; son fieles a nosotros, y siempre traen gente nueva; nosotros también nos portamos: de hecho, no cerramos en verano'.

La oscuridad intimista reina en un club que tiene clientes en toda España. 'Viene incluso gente de Francia y de otros países europeos, gente de este ambiente que se acerca a Valencia de vacaciones y da con nosotros vía Internet', insiste Eduardo. Su web (http://club.telepolis.com/charlest) es muy conocida en el mundillo, y es la que ha potenciado que la clientela se renueve. Internet ha revitalizado los locales de este estilo, que se acercan al centenar en toda España. 'En la Comunidad hay siete, antes había más, han quedado los mejor acondicionados, los más preparados'.

Y, en fin... ¿qué buscan las parejas en este asunto? 'Morbo, discreción, estamos lejos del bullicio de la capital, y practicar las aventuras sexuales sin que un miembro de la pareja engañe al otro', explica Carmen, que insiste en que su clientela es 'gente bien, gente de presencia, con hijos y familia'. 'No dejamos pasar a cualquiera', añade. De hecho, es necesario pulsar un timbre para entrar. 'Normalmente, el marido insiste al principio a la esposa para venir, pero a veces, es ella la que quiere seguir viniendo', dice Eduardo. 'Que nadie piense que este local sirve para unir o romper parejas', finaliza Carmen, 'porque la vida real de la pareja, la de verdad, no se vive aquí'.

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