César Jiménez puso las ganas
En una corrida donde los toros parecían colchones de gomaespuma, donde la bravura de lo que es un toro brillaba por su ausencia, al menos un torero, César Jiménez, que sustituía a Enrique Ponce, quiso salvar la tarde y agradar al público (público que tuvo que guarecerse en las gradas altas desde los primeros minutos de iniciarse la corrida por la persistente lluvia que envolvió Vitoria ayer tarde). El joven torero madrileño se dio cuenta de que había que torear de rodillas a cada uno de sus toros para calentar lo incalentable. Y así, las dos faenas estuvieron nimbadas por series con ambas manos. A su primero, al que había lanceado a pies juntos y realizado un quite por faroles, le dio cinco derechazos rodilla en tierra en la boca de riego. Luego, citando de lejos, toreó con la derecha, en pases largos, templados, a media altura. Quizá le faltó que bajara más la mano para ver si su arte llegaba al tono profundo que deseábamos esperanzados. Es verdad que a un toro tan bastote, soso y ganso, si le hubiera bajado la mano el animal hubiera rodado como un globo desinflado. La falta de profundidad también hay que aplicársela a la mano izquierda. Anotamos dos buenos pases de pecho. En su segundo, último de la tarde, también tejió pases con ambas manos, bien templaditos y a media altura. En un momento del final de la faena el toro se rajó, por lo que el diestro dibujó en dos ocasiones una serie de vueltas enroscado al lomo del toro, de tal suerte que no podía irse a las tablas como era el deseo del mansote. Es loable el interés y las ganas del joven César Jiménez en la tarde vitoriana.
Bayones / Caballero, Morante, Jiménez
Toros de Los Bayones: blandos y bastos, 4º el único con motor, 1º devuelto por inválido. Manuel Caballero: media estocada tendida -aviso- , dos desabellos (silencio); -aviso antes de entrar a matar-, estocada tendida -segundo aviso-, dos descabellos (ovación). Morante de la Puebla: dos pinchazos y descabello (silencio); tres pinchazos y media estocada (silencio). César Jiménez: pinchazo, estocada caída y descabello (oreja); estocada desprendida -aviso- y descabello (oreja). Plaza de toros de Vitoria, 5 de agosto, 1ª de feria. Menos de media entrada. Se guardó un minuto de silencio por las víctimas del atentado de Santa Pola.
De Manuel Caballero hay que decir que a su primer toro, por cierto, muy anovillado, con poca fuerza, aunque noble, le toreó por la mano derecha de manera lenta, suave, templada, gustándose. Pero, sin duda, la faena careció de la emoción precisa para deleitar al respetable. El contrapunto de lo anterior lo encontró el propio Manuel Caballero en el cuarto de la tarde. Comenzó la faena con las dos manos, en derechazos y naturales cortos, vulgares, sin acoplarse ni hacerse con el toro. Curiosamente, a mitad de la faena se dio cuenta de que el toro tenía motor porque le tocó con la mano derecha y fabricó unos derechazos buenos, con calidad. Tomó la mano izquierda y también por ahí el toro embestía bien y con un cierto son. Lo que pasó fue que sin darse cuenta empezó a dibujar pases y pases y más pases, viendo que el toro iba; sin embargo, por falta de sentimiento, de profundidad o de disposición, aquello no acabó de calar. Luego vinieron los avisos y la falta de triunfo, que era lo que cabía con ese toro, de no muy buena apariencia para la lidia, no obstante, la realidad demostró que el toro era muy apto para haberle cortado las orejas.
Y Morante de la Puebla, en su primer toro, estuvo perdido en su niebla. En su segundo se aflamencó con un inválido, y de ese modo trazaba dos pases y al tercero el toro caía como una tonelada de algodón. Paripé por sevillanas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.