Bienvenido a 'territorio Poulidor'
Joseba Beloki, una vez más el mejor español, logra su tercer podio en tres participaciones
Raymond Poulidor es la personificación del fracaso en el Tour. Y no por haberlo hecho muy mal en sus 14 participaciones, sino por haberlo hecho muy bien, pero no extraordinariamente bien. Poulidor, el viejo Poupou, subió ocho veces al podio, cinco veces como tercero y tres como segundo. Ninguna como primero, que sufrió sucesivamente las épocas imperiales de Anquetil y Merckx. No tuvo Poupou ni siquiera el respiro que gozó otro viejo secundario, el holandés Joop Zoetemelk, récord histórico de participaciones (16) y récord absoluto de segundas plazas (6), que logró la victoria en 1980, a los 33 años, en su décima participación. Joseba Beloki, que ayer logró su tercer podio en tres participaciones, también alcanzó por primera vez la segunda plaza. Siempre Armstrong el primero. 'Pues no sería mala cosa ser el nuevo Poulidor', bromea Beloki. 'Pero creo que no está mal disfrutar de esta segunda plaza, aunque ya muchos digan que, claro, como no está Ullrich, el que era siempre segundo tras Armstrong, pues era el puesto que me tocaba. Pero yo creo que no ha sido así. Otros años, sí, otros años yo era el invitado de piedra, me movía en el terreno que me marcaban Ullrich y Armstrong, pero este año he estado más cerca, he estado con él'.
Beloki, de 28 años, ha logrado ser segundo pese a la caótica práctica táctica desplegada por su director, Manolo Saiz. Apresado por su exaltación de la fuerza colectiva, el director cántabro ha manejado al ONCE-Eroski en la línea en que el Kas de los años 70 se movía en el Tour: más que nada buscando la acumulación, más que la definición. Saiz consideró un objetivo claro la contrarreloj por equipos y la clasificación final por equipos. Consideró más importante la primera semana que la última. En la lucha por el amarillo se movió en la indefinición, en la indecisión, jugando siempre con la seguridad de contar con dos (o tres líderes) y buscando al final colocar al mayor número de ellos (tres nada menos) entre los seis primeros. Enfrente, delante, el US Postal, era una máquina y un solo ariete, más que le pesara a Heras (ambicioso escalador), por ejemplo, no obtener premio individual: pero allí sólo se hablaba de Armstrong.
En ese territorio, compartiendo el liderato con Igor, se movió Beloki, en un territorio limitado al norte por Lance Armstrong. 'Armstrong marca las diferencias', dice el guipuzcoano. 'Y también hace lo que quiere. Cuando no se puede no se puede, pero no por eso desespero de que algún día le pueda ganar. Sobre todo tras el Tourmalet, donde estuve más cerca de él que nunca, surgió una esperanza. Pero según pasaron los días, se fundieron las ilusiones y las emociones'.
Pese a todo, pese a la sensación de impotencia transmitida en el ataque que lanzó al americano en la subida al Plateau de Beille ('un mini ataque', se rió Armstrong), Beloki sigue pensando en el futuro, y no en términos Poulidor. 'Como escalador he mejorado y he demostrado que podría haber estado a la altura del Ullrich de otros años', dice. 'Soy un corredor de futuro, con grandes fallos aún, pero todo es mejorable. Y he mejorado este año. Ahí están las diferencias. El primer año terminé a más de 10 minutos, el segundo a nueve y éste a siete'.
El Tour ha terminado. Los equipos dan la vuelta de honor a los Campos Elíseos. En el coche del ONCE-Eroski, entre Manolo Saiz, al volante, y Manuel Piñera, su amigo, que le ha acompañado la última semana, está sentado el enorme león de peluche del Crédit Lyonnais. Es el símbolo de la victoria por equipos (el mismo león que recibe el ganador individual, también). 'El año que viene tengo que llevar el otro león', promete Saiz. 'No dejo este oficio sin ganar algún año el Tour'.
Beloki, los otros siete del ONCE-Eroski que han acabado el Tour, mientras tanto, dan la vuelta de honor en sus bicicletas. Inútilmente le han pedido a su director que se montara con ellos.
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