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Crónica:TOUR 2002 | La cuarta corona de Lance Armstrong
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un desconocido en el podio

El lituano Rumsas ha sido la gran sorpresa de la carrera

Carlos Arribas

El ciclismo del Este es otra historia. Carreras pequeñas. Sueldos pequeños. Viajes en furgonetas estrechas por medio mundo. Equipos de tercera división. Carreras de quinta categoría. En Suráfrica, en Venezuela, en Argentina, en Cuba, en Polonia, en el Reino Unido, en Australia, Estados Unidos o Alemania. Más de cien días al año de competición. Poco seguimiento. Pura supervivencia. En ese mundo, creció y se desarrolló Raimondas Rumsas, lituano rubio y claro, que ayer fue la cara nueva, el desconocido, que subió a un podio que los dos años anteriores había ofrecido a los tres mismos personajes y en el mismo orden: Armstrong, Ullrich, Beloki.

Rumsas creció y se hizo bueno en Sulite. A los 13 años ganó la primera carrera en la que compitió y fue, poco a poco, subiendo todos los escalones hasta convertirse en la mejor promesa nacional. Ya no vivía en la granja de sus padres, 30 hectáreas de patata y remolacha y algunos animales, que todavía cultivan. Ya se había casado con Edita, una belleza estilo Kurnikova, y ya vivía en la capital. Ya era un crack. Y como tal pasó al mejor equipo de la vecina Polonia, al Mroz, poco presupuesto, poco material, poco sueldo, muchas carreras. 'Yo siempre he sido fuerte, lo que pasa es que antes no podía participar en las grandes carreras, en las clásicas y grandes vueltas, y nadie me conocía'. Estaba fuera del circuito. Lejos de una Europa opulenta que no le abría las puertas pese a demostraciones como la que hizo en el Mundial de Valkenburgo, en 1998. No tenía contactos en Italia, la gran vía de entrada del Este, y tuvo que seguir en el Mroz, hasta que, en 1999 ganó la Semana Lombarda y se echó un protector italiano, Piero Pieroni, un ex masajista de Moser, que le colocó en el Fassa Bortolo. Empezó a ganar dinero. Se fue con mujer y tres hijos a vivir a Lunata, en Toscana, y allí empezó a hacer carrera y a tener problemas.

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'Todo el mundo dice que le dejé marchar porque tuvo problemas con el líder del equipo, Casagrande', dice, voz alta, tono fuerte, Giancarlo Ferretti. 'Pero fue una decisión puramente comercial, que es la que manda en el ciclismo. Rumsas pedía mucho dinero, y quizás lo mereciera, pero Rumsas no es italiano. Y eso se nota en la resonancia de sus victorias. Cuando ganó el Giro de Lombardía, la noticia era pequeñísima. Y ahora, su podio tendrá menos repercusión en la prensa italiana que el maillot blanco de Basso. No tuve elección'.

La versión de Rumsas difiere. Con el Fassa Bortolo debutó en la Vuelta 2000 y terminó quinto. Demostró que aparte del carácter y el hambre de victorias, tenía calidad, contrarrelojeaba, escalaba y sprintaba como los mejores. Y aguantaba tres semanas. Luego ganó en Lombardía. Y luego llegó Casagrande al equipo. Y le marcó con una cruz. Le borró del equipo que debía ir al Tour, también del Giro. Y Rumsas, que había ganado la Vuelta al País Vasco, que se sentía fuerte para la carrera francesa, se rebotó. Se fue al Lampre.

No empezó bien en el equipo de Pietro Algeri. Se cayó en marzo en el Giro del Etna. Se dio un buen golpe en la cadera. Estuvo parado. Reapareció en el País Vasco, y sufrió el frío, porque, pese a ser lituano, el frío no le va. Pero sonrió y hace un par de meses le dijo a su director: 'Voy a subir al podio del Tour'. A Algeri le gustó que tuviera ambición y le dejó que se preparara para el Tour a su gusto. Y como Beloki en 2000, Rumsas debutó y acabó tercero de una carrera de la que no conocía ni una sola de las subidas. 'Por eso he ido a rueda todo el tiempo', dice, 'porque si no conoces dónde te metes, ¿cómo vas a atacar?'.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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