Una cómoda mansada
Salió un toro distinto al de tardes anteriores y, claro, la fiesta fue otra. Desapareció la raza, la casta y, en consecuencia, la emoción. La lidia se convirtió en una sucesión de actos rutinarios, de trances mecánicos. El toro que salió ayer se alió con los toreros para que la tarde fuera amable. Tan amable como el público que acudió a la plaza. Todo muy pulcro, todo muy aseado, pero también todo bastante frío, distante e intranscendente.
Así fue, en general, la corrida de Pereda hasta que salió el quinto. Todo un manso fue ese toro, de los que divierten tanto a la gente como la confunden. Tomó dos varas, la segunda en terrenos de toriles, con la violencia propia de su condición. Más que bravo, que por supuesto no lo era, se entregó cabreado al peto. Las dos veces estuvo a punto de derribar y salió el tercio con dos formidables puyazos de Paco Luna.
Pereda, Dehesilla / Barrera, Puerto, Abellán
Cinco toros de José Luis Pereda y uno, el cuarto, con el hierro de la Dehesilla. Justos de presentación aunque ofensivos y astifinos. Descastados, sin raza, mansos en general. El primero tuvo mucha nobleza. Vicente Barrera: entera (oreja); pinchazo hondo que basta (oreja). Víctor Puerto: pinchazo y casi media sin puntilla (saludos); aviso antes de entrar a matar, cuatro pinchazos, casi media y descabello (saludos). Miguel Abellán: media tendida, trasera y desprendida y un descabello (silencio); dos pinchazos y estocada (palmas). Plaza de Valencia, 25 de julio, séptima de feria. Más de media entrada.
Pero el espectáculo del manso acabó ahi. El de Pereda terminó por ser un toro igual de vulgar en la muleta que los otros: ya ni parecía manso. Y la faena de Víctor Puerto, además de larga, sólo tuvo cierta dosis de arrojo.
A ese presunto manso le precedieron cuatro toros que ni fu ni fa. Eso sí, cómodos, muy cómodos para el torero. Sobre todo el lote de Vicente Barrera, que tuvo santa condición. Noble y suave fue el primero, aunque muy soso; casi un calco el cuarto, aunque tuvo algo más de chispa pero que se definió a menos. Con ambos, Barrera anduvo muy sobrado. Tanto, que en su primero todo parecía resultar como muy mecánico. Demasiado autosuficiencia en torero de su estilo. Excesiva facilidad, en fin.
El cuarto le calentó más y apareció un Barrera templado. La faena, con el toro a menos, tuvo un final de parones, que acabó por darle un matiz valentón.
El primer toro que destapó la mansa y descastada corrida de Pereda fue el segundo de la tarde. Un manso, no obstante, con cierta vibración en la muleta. La faena de Puerto, iniciada con varios estatuarios en el centro del ruedo, se convirtió también en una rutinaria sucesión de pases sin llegada al tendido.
El lote de Abellán se dividió en dos: un insulso y desnaturalizado toro que hizo tercero, y otro manso, no podía ser menos, que cerró el festejo. La primera de sus faenas quedó en vano intento. Le costaba al toro embestir tanto, que acabó por convencer al torero que no había nada que hacer. El sexto cerró con honor de manso tarde tan descastada. Hasta cuatro veces se fue ese toro al caballo de picar, las mismas que salió como alma que lleva el diablo al sentir la puya. El incio de faena de Abellán pareció prometer más, pues el toro se vino a arriba. Pero todo fue un engaño. El de Pereda rehuyó la lucha y Abellán se limitó a poner voluntad.
Babelia
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