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Temporeros sin trabajo

Los 250 inmigrantes subsaharianos que vagaban desde hace semanas por las calles de Alcarràs (Segrià) sin papeles y sin posibilidad de trabajar en la campaña de la fruta no tendrán que dormir más a la intemperie. Ayer estrenaron las tiendas de campaña equipadas con literas, colchones y mantas que les ha cedido la Academia General de Suboficiales de Talarn para equipar el campamento provisional instalado por el Ayuntamiento en las afueras de la población.

Estan contentos porque ahora tienen un techo y su calidad de vida ha mejorado. Sin embargo, su futuro es tan incierto como lo era antes, porque siguen sin la menor posibilidad de encontrar un trabajo. La mayoría de estas personas -nueve de cada 10- están en situación irregular y los agricultores leridanos ya no se arriesgan a contratarles por temor a recibir fuertes sanciones.

'Salí de mi país huyendo de la pobreza y lo único que he hecho es meterme en la miseria. Si al menos pudiera trabajar, sería más feliz', explica Eric E. E., de 21 años, natural de Costa de Marfil.

Eric, al igual que muchos de los integrantes del campamento, no tiene la documentación en regla y llegó hace cinco meses a las costas de Fuerteventura tras realizar una peligrosa travesía en patera. Su sueño es quedarse en Lleida o en cualquier otro lugar de España, aun sabiendo que no lo tendrá fácil. 'Pasarnos el día durmiendo es malo para nosotros porque no tenemos dinero para comprar comida y no podemos alimentarnos sólo con la fruta que cogemos en los campos', explica.

El lunes por la tarde llegaron los dos camiones que transportaban las ocho tiendas de campaña modulares con sus correspondientes literas, colchones y mantas cedidas por el Ejército. Algunos inmigrantes ayudaron ayer a los operarios municipales a levantar el campamento. En cada una de las tiendas se alojarán 20 personas, pero se teme que la infraestructura resulte insuficiente si siguen llegando temporeros al pueblo.

'No queremos robar. Nosotros hemos venido a trabajar', dice Ismael, de Ghana, mientras señala a su compatriota Owusu O. K., esquelético y afectado por una tos crónica desde hace semanas. 'Por la noche somos más de 250', explica uno de los subsaharianos. Para evitar la masificación y el hacinamiento, el Ayuntamiento sólo autorizará la entrada en el campamento a quienes estén censados en la oficina municipal. El objetivo es desmontarlo a finales de agosto. Con tanta improvisación, en el campamento se respira pobreza por los cuatro costado, y tiene más de gueto que de asentamiento temporal digno.

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En el cobertizo, que no hace mucho tiempo era una granja de terneros, se acumulan los cartones, las bolsas de viaje y la suciedad. Apenas llevan una semana instalados en el lugar y todo huele a podrido. Las moscas son un tormento durante el día y por las noches pican los mosquitos. Si no fuera por la colección de teléfonos móviles conectados a la red eléctrica, nadie diría que allí viven personas. Una manguera abandonada en el suelo, que igual sirve para beber que para lavarse la cara, recuerda que hay agua corriente. Una caseta diminuta con un lavabo, un retrete y una ducha se presume como el lugar más disputado por los inquilinos.

Estos subsaharianos llevaban más de un mes y medio en Alcarràs viviendo en condiciones muy precarias. Durante todo este tiempo se concentraban en las calles y plazas públicas y dormían sobre cartones al raso. Las autoridades les aconsejaron que se marcharan porque este año no hay trabajo para todos, ya que la fruta va muy barata y las granizadas han reducido la producción. Sin embargo, los inmigrantes han decidido quedarse, con lo aue han creado al Ayuntamiento un verdadero problema social. 'No podemos irnos porque no tenemos dinero. Queremos trabajar aquí, pero necesitamos papeles, algo que depende de vosotros, los blancos', reivindica David, un senegalés de 25 años, en un castellano perfecto.

La presencia masiva de temporeros ha desbordado a las autoridades locales de varias poblaciones del sur de la provincia de Lleida. El Ayuntamiento de Bell-lloc (Pla d'Urgell) también ha solicitado ayuda al Ejército para instalar en su municipio un campamento en el que albergar a las personas que siguen llegando para trabajar en la campaña de la fruta. La última semana se han inscrito en las oficinas de trabajo de Lleida más de 400 temporeros, de los cuales sólo 140 han conseguido un contrato. Según cifras de la Generalitat, sólo han encontrado trabajo 700 de los 2.300 temporeros inscritos. Este año el nivel de contratación es el 20% inferior al de 2001.

Los trabajadores temporeros de Alcarràs, dentro de las tiendas de campaña que les ha proporcionado el Ejército.
Los trabajadores temporeros de Alcarràs, dentro de las tiendas de campaña que les ha proporcionado el Ejército.HERMÍNIA SIRVENT

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