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Reportaje:MUJERES

'Discriminación positiva es siempre discriminación, en cualquier idioma'

LA DISCRIMINACIÓN POSITIVA no genera adhesiones unívocas entre las mujeres. Mientras las representantes de países desarrollados aseguran que es un valor positivo, sus pares de Afganistán, el Congo o Zambia matizan que es una forma moderna de enmascarar que no son iguales que los hombres.

China tiene una cultura milenaria de dominación masculina, donde 'los chicos reciben una mejor educación porque se cree a priori que son superiores a las chicas'. Anna Wu, presidenta de la Comisión para la Igualdad de Oportunidades de Hong Kong, defiende la vigencia en la ex colonia británica de la discriminación positiva porque 'sin leyes, las víctimas no podemos defendernos'. Sin embargo, en el país oriental esta normativa no es de estricto cumplimiento.

Irene Natividad, de origen estadounidense, apuesta por medidas que prioricen a la mujer y asegura que, sin ellas, el acceso a las instituciones educativas en su país no se hubiera prodigado como lo ha hecho.

En el otro extremo, Sima Samar, ex ministra de Asuntos de la Mujer en Afganistán, replica: 'Discriminación, positiva o no, es siempre discriminación, en cualquier idioma y en todos los países'. En un país donde el 90% de las mujeres se ven excluidas de derechos básicos, como la medicina (los médicos se niegan a atenderlas porque no deben tocarlas), hablar de sistemas como las cuotas no ha lugar.

En el Congo, apenas el 30% de las jóvenes reciben educación y tienen una baja representación en el ámbito de los negocios. Pero lo más grave es el clima de inseguridad y pobreza en que quedó inmerso este país después del conflicto armado con Uganda en 1998. 'Hablar de discriminación positiva en un país en guerra es muy iluso', afirma Marie Helen Mathey Boo, ministra de Industria de ese país.

En Zambia, la exclusión de la mujer es alarmante. Mirriam Nkunica, directora de una asociación de agricultores, denuncia la explotación de la mujer y, aunque no cree en la implementación de esta ley, sostiene que puede ser una herramienta 'para dar el salto'. En su país, 'las agricultoras son las que trabajan para que los hombres recojan el dinero al final del día'.

En España, ni Pilar Dávila, directora general del Instituto de la Mujer, ni Rosa Cullell, directora general adjunta de la Caixa, confían en las cuotas. Aunque creen en la discriminación positiva para que la mujer se abra camino.

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