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Columna
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Marea naranja

Después de estas dos etapas, no dedicarle un artículo a la afición, sería casi cometer un sacrilegio. A buena fe que se lo han trabajado y merecido, así que esto de hoy va por ellos.

La marea naranja se ha extendido como una plaga por laderas y cunetas. No eran los únicos, pero si los más notorios. A mis compañeros de equipo hay una cosa que les llama mucho la atención de los aficionados vascos; es que animan a todos por igual. Pueden ser más de un corredor que de otro, pero son verdaderos apasionados del ciclismo, y entienden que aquí, ciclistas somos todos.

Animan con igual fruición a los primeros, a los del medio, y a los del grupetto -del que soy abonado-, indiferentemente de que sean vascos, holandeses o surafricanos, como mi nuevo compañero de habitación Hunter. Y puedes estar tranquilo con ellos, que no te faltará de nada, pues siempre hay alguno dispuesto a ofrecerte agua, coca-cola o lo que tenga más a mano. Además, son respetuosos con los corredores; no te tirarán agua si no se lo pides, ni se pondrán a molestarte, ni intentarán robarte las gafas, que aunque parezca increíble, hay gente que lo hace.

La afición de Alemania fue impresionante; en los Alpes será espectacular, de eso estoy seguro, pero la misma seguridad tengo en que el calor de la afición de los Pirineos es algo que no se puede ver en otro sitio, y de esto los culpables, son cómo no, esa cuadrilla disfrazada de naranja.

Si yo contara lo que he llegado a ver hacer por ejemplo a los aficionados del sur de Italia. Bueno, bueno. Son fanáticos de un corredor, y por tanto para que gane el suyo, son capaces de tirar al rival si es necesario.

Pero en fin, en el fondo yo creo que lo hacen por las juergas que se montan las vísperas de las etapas. Lo del ciclismo, me suena que es más bien una excusa, ¿o me vais a decir ahora que no?

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