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Pervivencia y valor del conjunto del Carmen

Las asociaciones de vecinos del Centro Histórico están bastante enfadadas con la gestión de la Subsecretaría de Promoción Cultural. El enfado es razonable ya que las asociaciones de Ciutat Vella están trabajando en serio para estructurar unos barrios que hagan atractiva la posibilidad de trasladarse a vivir en ellos. En efecto, no parece lo más adecuado que los poderes públicos, en vez de apoyar tan loable iniciativa, se dediquen a realizar políticas cuyas consecuencias puedan ser opuestas: Por una parte mermar su patrimonio demográfico, ya que con la ampliación del Ivam están expropiando a un buen número de vecinos sin facilitarles su permanencia en el barrio en el que han vivido siempre; y por otra parte, mutilando su patrimomio histórico, queriendo trasladar los restos renacentistas del patio del Embajador Vich ubicados desde hace cien años en el antiguo refectorio gótico del conjunto monumental formado por la iglesia y convento del Carmen, hoy Monumento, Bien de Interés Cultural.

Respecto a esto último, tanto los vecinos como muchos ciudadanos no pueden entender la decisión de Consuelo Ciscar de desmontar y trasladar al Museo de Bellas Artes San Pío V los mencionados restos, destruyendo la intervención realizada en 1904 por el importante arquitecto valenciano Luis Ferreres (entre otras obras, es autor del Matadero Municipal). No se puede comprender que tal mutación, tal como mantiene la directora del Consorcio de Museos, pudiera mejorar este especialísimo conjunto de arquitectura.

Y no les falta razón. Desde un punto de vista histórico, el valor documental del Convento del Carmen se ve incrementado por su utilización continuada a lo largo de seis siglos. Desde el siglo XIV hasta el siglo XX, sus dependencias se han ido construyendo y modificando para adaptarse a las distintas necesidades y nuevos usos. Durante estos seis siglos sus constructores, utilizando con maestría lenguajes de arquitectura que recorren desde el gótico hasta el eclecticismo decimonónico, han sabido coser su contemporaneidad al pasado del edificio, proyectando así la viabilidad de su futuro. Toda una lección de historia, de sabia convivencia artística y de sostenibilidad del conjunto. Este valor patrimonial, verdadero enriquecimiento del conjunto, denominado 'valor rememorativo' de los edificios por el teórico de la historia del arte Aloïs Riegl, es un valor que nos permite registrar el tiempo vivido y la huella de las diferentes generaciones que han valorado y usado un mismo conjunto arquitectónico. A partir de Riegl, las teorías de restauración arquitectónica tratan de facilitar la lectura histórica de los edificios, conservando las distintas aportaciones que hayan tenido una mínima consistencia a lo largo de su vida.

Al pretender eliminar la excelente impostación de los restos del patio del palacio del Embajador Vich en lo que fue refectorio del Convento del Carmen, convertida en los últimos años en sala especialísima de exposiciones (hoy con la muerte planeando sobre ella), sus responsables parece que consideran las huellas centenarias de la permanencia de la Academia de San Carlos en el convento como algo irrelevante para su historia. En cambio, esta impostación, proyectada, como hemos dicho, por el arquitecto academicista Luis Ferreres, es el mejor documento histórico que tenemos para comprender la postura y los ideales estéticos mantenidos por la Academia a finales del siglo XIX en Valencia: es la declaración más rotunda de que el tiempo de la creación artística, entendida de una manera 'pura' y sin mezclas, era un tiempo acabado, y por lo tanto unos restos artísticos podían convivir en otro entorno, también artístico; y de esta manera, precisamente viviéndolos, quedaban resguardados y reconocidos.

Pero además del valor como documento histórico, la sala del antiguo refectorio en su configuración actual, con parte de los restos del cortile, posee una indudable belleza, sobre la que se han pronunciado desde los artistas que han expuesto sus obras en ella, hasta arquitectos e historiadores, todos ellos críticos competentes en el juicio del gusto.

Resulta bastante obvio que cuando un conjunto arquitectónico como el Convento del Carmen se declara patrimonio histórico artístico, lo que se está protegiendo es tanto su condición de documento histórico que sirve como fuente de información y de conocimiento de las distintas generaciones que lo habitaron, como la alta calidad artística de sus formas. Cualquier intervención que produzca una merma en esta doble vertiente, histórica y artística, no puede jamás considerarse una mejora. Por tanto, nos sumamos a las conclusiones de los profesores Emilio Giménez y Albert Esteve: nosotras también recomendamos a Consuelo Ciscar que opte no por llevarse estas piezas tan sabiamente ubicadas, sino por reproducirlas. De esta manera, unidas a las originales existentes en San Pío V, se podría ofrecer, en este museo, una imagen de lo que fue el patio representativo de un palacio renacentista valenciano. Y no se perdería un documento histórico-artístico representativo del modo de pensar del siglo XIX, ni tampoco se dañaría un conjunto privándole de una de sus piezas importantes. Ayudaría a comprender la historia, y también preservaría la memoria del barrio, la de tantos y tantos alumnos de Bellas Artes que estudiaron allí, la de los artistas que han expuesto actualmente, la de los ciudadanos. Daría vigor a nuestra memoria urbana, tan necesaria para fortalecer los lazos de convivencia pacifica, de reposado entendimiento y de afecto con la ciudad.

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Hay algo que, finalmente, también queremos decir. Los informes técnicos que constan en los expedientes son claros en su negativa y no aconsejan el traslado de los restos arquitectónicos. Independientemente de que los traslados de piezas históricas arquitectónicas nunca son aconsejables debido al inevitable desgaste y modificación que tienen que sufrir (no son un cuadro, por ejemplo), se habla de que éstas se someterían a 'demasiadas transgresiones históricas'. Por otra parte, tal como se manifiesta en un excelente y bien documentado artículo ( rev. Loggia Nº 12), de llevarse a cabo esta acción serían 'numerosos los errores compositivos y constructivos que se pueden cometer en la reconstrucción'.

Pensemos, pues, un poco ¿no valdría la pena conservar, respetar lo que está lleno de historia y belleza, y construir en San Pío V, con las piezas existentes en este museo, un claustro que rememorara el de nuestro embajador Vich? Podría ser un reto: todo un ejemplo de buen saber arquitectónico y de sensibilidad y respeto hacia la ciudad. Necesitamos creer en el buen sentido y en la percepción estética de nuestros políticos.

Maota Soldevilla es profesora de la Escuela de Artes y Oficios de Valencia y Trini Simó es profesora de Historia de la Arquitectura.

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