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LA CRÓNICA
Columna
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Movimientos sin éxito

El río ha sido siempre metáfora de todo. Sus riberas, el lugar elegido por las gentes para instalarse y beber y vivir. El mundo empieza en un río, en la separación de las tierras y las aguas. No hay mito que no evoque ese instante primigenio de una humanidad a la búsqueda de saciar su sed. Y luego está la asociación entre pueblo y río. Sobre todo los pueblos elegidos necesitan, es bien sabido, un río sagrado. Ahí están el Indo, el Ganges, el Tigris, el Éufrates, el Tíber, el Danubio, el Nilo, el Jordán...

Cataluña, tierra abocada históricamene al mar, no tiene un río equivalente. Con mucha voluntad se puede pensar que el Llobregat fue un día cuenca promotora de industrias, pero a años luz del Rin o del Ruhr.

Los organizadores del viaje habían previsto un acto de propaganda de Artur Mas y olvidaron la emisión del anuncio

El Ebro es un río peninsular, no en vano da nombre a Iberia. Quizá por eso algunos nacionalistas, con Artur Mas a la cabeza, han decidido confesar y propagar su amor por el Ródano, cauce que se nutre de las frías nieves perpetuas de los Alpes. En el viaje que el pasado jueves hizo Artur Mas a Nimes y Arlés para posar junto al Ródano hay que ver esa voluntad telúrica, fundacional, desgarradora (además del deseo de la foto). Sobre todo, lo de la foto.

Parodiando a Marshal McLuhan, se podría decir que el viaje era el mensaje, que el fin era la foto o la grabación en vídeo del momento casi bautismal de Mas junto al Ródano, caudaloso pese a ser verano.

Artur Mas era neófito en el asunto, pero allí estaban, como padrinos, Pere Macias, que había hecho el viaje varias veces, cuando era consejero del agua; Josep Antoni Duran Lleida, con la mirada atenta en todas partes, y Ramon Espadaler, que ejercía de catecúmeno. Y había diputados, senadores y alcaldes, muchos alcaldes, casi medio centenar.

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No pocos de ellos viven habitualmente junto al Ebro e hicieron un duro viaje para llegar hasta el Ródano. Otros moran cerca del Francolí. Y otros más, junto al Ter y el Onyar. Ríos explotados, esquilmados, desecados hasta el límite.

Aquellos diputados, alcaldes y senadores miraban con arrobo el salvífico Ródano, mientras oían que Artur Mas prometía que un día el Ebro y el Ródano quedarían unidos, hermanados. Y explicaba cómo se haría esa gran obra que llevaría agua fresca a Barcelona y a Girona, liberando los cauces del Ter y el Llobregat. No dijo nada de los vertidos industriales que soportan estos cauces, pero sí atinó a explicar que del Ródano, del trasvase del Ródano, llegaría el agua prometida que liberaría al Ebro del amenazante trasvase. Al menos, en parte.

Cierto que el discurso de Mas era el mismo que ya había hecho Macias cinco años atrás. El mismo que ha repetido la empresa durante el último lustro a través de su departamento de propaganda. Pero sonaba a nuevo por la presencia entusiasta de los ediles: con sueño por haber dormido poco (su autocar llegó sobre las tres de la madrugada a su hotel de destino), pero risueños, satisfechos, ilusionados. Dentro de no se sabe cuántos años, el mundo será maravillos, supieron entender allí, de pie, bajo el sol de julio.

También ellos posaron, esta vez en grupo, para la posteridad familiar, una vez terminada la conferencia de prensa de Artur Mas hecha a cientos de kilómetros de Barcelona con un único fin: que las cámaras captaran el río. Para ser exactos, que le captaran junto al río. ¿Datos nuevos? No, pero tampoco ése era el objetivo. Una imagen, pensó la organización, vale más que mil palabras. Más aún si éstas, las palabras, son repetición del pasado. En el fondo, creyeron los organizadores del evento, tiene razón Heráclito: no puedes bañarte dos veces en el mismo río, pero nada impide que digas dos veces las mismas cosas junto a su cauce. De hecho, todo ha cambiado, como lo demuestra que hace cinco años las cifras se dieran en pesetas (nunca en francos franceses) y ahora se hayan dado en euros. Y así parece que la obra cueste menos.

Allí, junto al río, no hubo nada más. Nada de nada. De modo que, acabado el asunto de las frases, los próceres se volvieron a Barcelona, los alcaldes fueron embarcados para una comida y los periodistas (casi 40) vueltos a meter en el vehículo que debía devolverles a su destino. Hasta que alguien preguntó cuándo se iban a pasar las crónicas, porque resultaba imposible hacerlo desde el autocar (sobre todo para las radios) o escribirlas tras la llegada a Barcelona, cuando ya sería noche cerrada, para no hablar de los que tenían como destino Tarragona o Tortosa. ¡Anda, las crónicas! Nadie lo había pensado. Los organizadores habían previsto minuciosamente el acto de propaganda, pero habían olvidado la emisión del anuncio. Quizá creyeron que la verdad la propaga el viento y que podía así llegar hasta Cataluña la palabra de Mas, el elogio del Ródano, la declaración contundente y vindicativa de la libertad del agua y, sobre todo, su imagen junto al río.

La coalición nacionalista Convergència i Unió (CiU) hace años que viene soñando con el agua de Francia. Hace años que sus dirigentes acuden a sus orillas para fotografiarse mirando al infinito de la posteridad. Perdido el presente, prometen el futuro y escriben su proyectos en el agua. Del Ródano.

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