Una sola canción

Nacidos a contrapelo del último rock americano, enfrascados en depresiones y vistazos nostálgicos al viejo, amargo country, o al último delirio metálico y dirigido a un público fundamentalmente adolescente, este cuarteto de Portland (Oregón) ha alcanzado el estrellato a base de llevar la contraria a los sonidos del presente y apostar por combinar los caminos trillados por la Velvet Underground con una estética glamourosa y una actitud herederas del mejor rock británico. El grupo exhibe cortes de pelo impecables, actitud hierática y movimiento escénico cero, mientras detrás de ellos se proyectan imágenes pretendidamente sicodélicas que, si bien no marean del todo, provocan cierto desasosiego en el espectador.

Así fue el concierto de Madrid, como lo fue hace unos días en el festival italiano Arezzo Wave. Tampoco en lo musical hubo sensibles diferencias entre ambas actuaciones: el pop rock ya no da nada inesperado. Comenzó el grupo con la ceremoniosa interpretación de su clásico Be-In, con los teclados de la guapa Zia McCabe supliendo la falta del bajo e incorporando colchones electrónicos. La misteriosa voz del solista Courtney Taylor iba soltando los textos, a veces recitando y otras cantando con enorme economía de tonos. Mientras, la guitarra de Peter Holmstrom ponía el ruido y la batería trenzaba una base rítmica pesada y marihuanera. Sonaron los temas más importantes de la banda, aunque el interés general estribaba en oír el que les ha hecho internacionalmente conocidos: el pegadizo Bohemian like you, popularizado por una campaña de anuncios de telefonía móvil. Reconocidos como poseedores de un sonido excitante, sólo les faltan las canciones. Rotunda, rotunda, sólo tienen una.