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Columna
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Las pesadas del 'Europa 15'

Con más prisa que pausa, van pasando los días en la carrera. Luxemburgo comienza a parecer un punto lejano en el mapa; los kilómetros recorridos comienzan a pesar más de la cuenta en las piernas, y los recuerdos de las historias vividas comienzan ya a ocupar más espacio del imprescindible, así que habrá que hacer la primera limpieza superficial y olvidar lo no tan bueno, que de momento, y esperemos que así siga, ha sido un pequeño poso residual en la memoria.

Pasan los días, únicos, irrepetibles, particulares, pero en algunos aspectos, invariables, que no repetitivos. Pautas fijas que sigues desde que el doctor toca la puerta por la mañana para despertarte y montarte en la báscula, hasta que apagas la luz de la mesilla para continuar la tertulia entre sombras. Y entre estas pautas, descubrimos una nueva que se ha convertido en nuestro ritual de después de la cena; es un extraño fenómeno ya conocido por los emigrantes que nosotros hemos hecho llamar 'las pesadas del Europa 15'.

Nuestra batalla empieza a la hora de entrar en la habitación; el punto estratégico fuerte es la cama situada al lado del teléfono, y por él empiezan los codazos; a veces, inteligentemente, estás dispuesto a ceder el puesto al compañero con cortesía, pero cerciorándote antes de que el cable llega hasta tu cama. Una vez bien situado, el siguiente paso es aprovechar el momento justo; terminas el postre de la cena, das el paseíto pertinente y charlas un poco con el café en la mano, y mientras te diriges al ascensor mandas por el móvil un sms furtivo que dice: '¡ahora, ya, rápido!'. Te responden: '5 minutos, estoy cenando'. Vaya, hoy te ha tocado perder. Lo aceptas de mal grado, pero sabes que también mañana hay etapa, y que la oportunidad es para quien la busca.

¡Ah! perdonen, igual no me he explicado del todo bien; hablaba de las novias y los 15 minutos diarios con el extranjero que tanto anuncian en televisión.

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