Antón Menchaca Careaga
Leída su sentida nota necrológica sobre Antón Menchaca Careaga, me siento obligado a referirme a algún aspecto no destacado en la misma que ayuda a definir, creo, esa insigne personalidad.
Antón fue, ciertamente, un liberal auténtico, y durante la transición participó en la gestación de alguno de los grupos políticos de ese signo. Pero tan sólo cuando se había extinguido -como ocurrió en aquel momento con otros partidos- el grupo político clandestino en el que durante muchos años militó, el declaradamente socialdemócrata liderado por Dionisio Ridruejo.
Un libro de Menchaca premonitoriamente titulado El tercer camino, que, tras muchas vicisitudes, vio la luz en 1959, contiene un firme alegato en favor de una corriente política que, para evitar el hachazo de la censura, en el texto se denominaba, por separado, 'Social democracia'.
De su lucha antifranquista dan testimonio datos como la cárcel y la expulsión de la Marina en consejo de guerra. Divertidos, pero elocuentes y entonces arriesgados, gestos como el de la exhibición de su papeleta en blanco en una de aquellas tramposas consultas y -lo que nunca olvidaremos los 'contubernistas de Múnich'- su presencia, no se sabe cómo, en la pista de Barajas al grito de '¡viva la libertad!' hasta que los grises suprimieron la suya propia.
Tres facetas más: europeísta activo, su pilotaje durante años de la Casa de Europa en Madrid, su especialización en el tema de Gibraltar y consiguiente colaboración técnica con el ministerio Morán, su compromiso literario, manifiesto sobre todo en la novela Bandera negra, que en los difíciles sesenta constituye un estremecedor alegato contra la pena de muerte y la sinrazón de los vencedores...
Decía Tomás Mann que agradecía a la providencia su pobre cuna porque las privaciones infantiles habían forjado su carácter. Si hay excepciones a la dubitable regla que de ahí parece desprenderse, la atinente a Menchaca es señalada, porque la pertenencia -como dice EL PAÍS- a 'una de las grandes familias neguríticas' no impidió 'la forja de un rebelde', éste en el interior y, eso sí, de tan gran corazón y buenas maneras como el contemporáneo exiliado en Londres.
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