Decepcionantes 'cebada gago'
Corrida decepcionante por parte del ganadero Cebada Gago. Incluso el segundo de la tarde, que admitió recibir algunos pases, a mitad de faena se rajó y buscaba las tablas. Que otros ganaderos llamados comerciales den el pego es cosa casi rutinaria. Lo que no es de recibo es ver a una ganadería, tal la de Cebada Gago, con una trayectoria extraordinaria, caer tan bajo. A este paso la fiesta de los toros se va a convertir, si no lo ha hecho ya, en una farsa deplorable.
Pepín Liria repetía corrida. No es el Pepín Liria que los jóvenes pamplonicas han elevado a los altares en pasadas ediciones. A su primer toro le ahogó demasiado, al tiempo que sus pases salían casi siempre enganchados. De poco valía que los jóvenes del sol (convertido en sombra, puesto que a la mañana la naturaleza regaló a Pamplona una serie de truenos tan grandes como elefantes cósmicos) le animaran diciéndole: '¡Pepín¡, ¡Pepín!, ¡Pepín!'.
Cebada / Liria, Puerto, Marco
Toros de Herederos de José Cebada Gago: de excelente presentación, de decepcionante juego. Pepín Liria: estocada (ovación); media tendida, pinchazo y sale volteado, pinchazo de nuevo, media estocada y descabello (ovación). Víctor Puerto: estocada (oreja); estocada baja (silencio). Francisco Marco: pinchazo y estocada baja (pitos); estocada (oreja). Plaza de toros de Pamplona: Tercera de feria. 8 de julio de 2002. Lleno.
El Pepín de ayer no estaba para arte deleitoso. Lamentablemente su arte está amasado con uno de los barros más toscos de las últimas semanas. Es verdad que todavía en algunos momentos al entrar a matar va tras la espada con el arma de todos sus huesos. Maticemos que pasó en su primer toro a la enfermería, creemos que por muy poca cosa. Francisco Montes, Paquiro, advertía en su tratado lo siguiente: 'No te retires a la enfermería con arañazos'. En su segundo toro, al entrar a matar por poco le lleva de verdad a la enfermería. Tuvo suerte y salió ileso.
Víctor Puerto estuvo en su primer toro muy por encima del animal. Toreó con buenos lances e hizo un quite por chicuelinas. Su faena estuvo centrada sobre todo por la mano derecha. Ahí tejió muletazos largos, sin ahogar al toro, y eso que el cebada gago, completamente rajado, quería marcharse, y se marchaba. Dio dos ayudados largos y muy templados, pero que muy templados. Y al final remató con un molinete de rodillas más dos derechazos largos y un ayudado también muy templado. Lo mató muy bien. Una oreja merecedísima. En su segundo, un toro muy complicado que iba a arreones, le ensartó un bajonazo muy feo. Sus banderilleros Paco Peña y Raúl Caricol estuvieron muy bien con los rehiletes.
Al torero navarro Francisco Marco le regalaron una oreja en su último toro. La faena que fabricó a ese toro no pasó de discretita. Mejor con la mano izquierda, donde se dejó ver en algún pase aislado con cierto gusto. Sin embargo, la faena no fue nada redonda y le faltó ligazón. La estocada fue buena, mas esa oreja otorgada dice a quien se la dio, es decir, al público, que no es el camino de comportamiento si se quiere estar en la plaza con un mínimo de rigor. No es igual la oreja ganada a ley por Víctor Puerto que la regalada a Francisco Marco. Porque estamos hablando de toros y no de un club de los amigos de mis amigos.
Lo mejor de la corrida, aparte de la faena sólida y preñada de grandes deseos de agradar de Víctor Puerto, aconteció en la mañana de ese día. El Diario de Navarra había publicado un artículo de Antonio Purroy Unanue dedicado a dos Joaquines, Joaquín Pascal, un amigo muy aficionado a los toros y, sobre todo, a Joaquín Vidal. Su artículo rezumaba amistad, calor humano, recuerdos hacia el maestro de la crítica y un sentido muy acertado de dibujar el perfil humano y literario del gran amigo desaparecido.
Además de eso, mientras el cielo tronaba dando rienda suelta a un manantial de agua, por algún lado de la plaza del Castillo, concretamente bajo las arcadas del Gobierno de Navarra, la banda municipal de Artajona (un pueblo a 30 kilómetros de Pamplona) amenizaba al público que quisiera escuchar, que eran muchos, con piezas musicales de la tierra. Luego, pasado el hervor tormentoso, otra banda, esta vez la del maestro Bravo, fue a más con los metales y parece que la tormenta se amansó y fue vencida por los músicos, de igual modo que Víctor Puerto venció a su toro rajado siete horas más tarde.
Mas volvamos a la realidad: el ganadero Cebada Gago ayer pegó un petardo de padre y muy señor mío. Y eso en el mundo del toro es para empezar a preocuparse. En especial porque es una manera de darle la razón a esa deletérea turba de gacetilleros venales y vividores del cuento taurinista.
De nuevo Joaquín Vidal se traslada unas líneas más abajo para reconocer en él al puro defensor de la fiesta brava, o sea, los toros de Cebada Gago que debieron salir ayer y no salieron.
Babelia
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