Oleaje visual
Un espectáculo bello e ingenioso, poético y sutil. Basado en la vida y obra de Virginia Woolf, Orlando, el montaje concebido por el bailarín y coreógrafo catalán Cisco Aznar para su grupo Compagnie Buissonnière, cosechó un destacado éxito de público en su presentación en el festival de verano barcelonés. La fascinación que el artista siente hacia la escritora inglesa de atormentada personalidad le ha llevado a crear un espectáculo centrado en su Orlando. La obra que escribiera para su enamorada, la también escritora Vita Sackville-West, es un juego fantasioso sobre una biografía en la cual la vida del héroe epónimo se prolonga a lo largo de tres siglos y los dos sexos. Para muchos, esta obra es la carta de amor más larga y encantadora de toda la literatura.
Orlando
Compagnie Buissonnière. Concepción, coreografía y dirección: Cisco Aznar. Intérpretes: Odile Foehl, Carlos Fernández, Eva Vilamitjana, Andreas Pfiffner y Cisco Aznar. Películas: Luis Lara, Janine Waeber y Cisco Aznar. Banda sonora: Andreas Pfiffner y Cisco Aznar. Iluminación: Jordi Pascual. Escenografía y vestuario: Luis Lara y Cisco Aznar. Mercat de les Flors. Teatre Ovidi Montllor. Barcelona. Grec 2002. 5 de julio.
Con un pulso sorprendente y eficaz, Aznar ha trazado la historia de Orlando intercalando fragmentos biográficos de la autora y pasajes de sus célebres obras, todo ello con ritmo ágil y con secuencias bellísimas que sorprenden al espectador. Unas secuencias dominadas por las imágenes de vídeo, sin duda lo mejor del montaje. El impacto de la belleza e imaginación de los fragmentos visuales dominó a la danza, aun así enérgica y bien ejecutada. Aznar baila acompañado de Odile Foehl, Eva Vilamitjana, Andreas Pfiffner y Carlos Fernández, este último magnífico en las secuencias en las que encarna a la Woolf, especialmente en un tango al comienzo de la obra. Su físico es idóneo para el personaje.
El vocabulario coreográfico ideado por el autor es apasionado y sinuoso. Marcado al principio por la ambigüedad del sexo, resulta contundente al final. Las parejas se encuentran y reencuentran en diferentes tiempos. Su relación resulta intemporal, se tantean para luego abrazarse en el torbellino del olvido. Sería difícil citar las secuencias más impactantes pues abundan, especialmente en las pantallas de vídeo. Son magníficas las de Estambul, las de la playa y el sarcástico diálogo entre el periodista, la estrella de la danza y la crítica. Lesbianismo y depresión, amor y desamor se trenzan en clave de humor al igual que en la obra de la Woolf.
Era evidente que en el montaje no podían faltar escenas de la célebre película ¿Quién teme a Virginia Woolf?, interpretada por Elisabeth Taylor y Richard Burton, pero no resulta un recurso fácil, sino que forma parte del universo al que nos acerca el coreógrafo. Otro acierto de la pieza es el collage musical que reúne desde La Traviata al pop, pasando por el tango, la música renacentista y canciones tales como Blue velvet y La vie en rose, por Edith Piaff. Orlando únicamente tiene un pecado venial: su larga duración de 90 minutos, que comporta la dilatación de ciertas escenas.
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