El señor animado
El señor animado no hacía honor a su nombre. Y aunque vivía en el cuarto piso, nunca cogía el ascensor. Siempre lo veía subir las escaleras cargado con bolsas del supermercado o bajarlas con su cartera de trabajo. Sabía que era él porque daba un salto antes de llegar al último escalón. 'Buen día', solía decir, fuese por la mañana, fuese por la tarde. Un día llegué cansado y el ascensor no funcionaba, tuve que subir andando. Al llegar al cuarto piso pude descubrir que alguien se había dejado la puerta abierta.
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