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Peter Brook afirma que el teatro sólo tiene sentido cuando va 'a contracorriente'

El director británico presenta un 'Hamlet' multirracial en el festival Grec de Barcelona

En la década de 1950, el director escénico Peter Brook (Londres, 1925) abordó por primera vez uno de los grandes textos del teatro universal, el Hamlet de William Shakespeare. Desde entonces, ha visitado la obra en numerosas ocasiones. La más reciente, La tragédie d'Hamlet, se presenta en el Mercat de les Flors de Barcelona, dentro de la programación del Grec, en sólo cuatro funciones, que concluyen mañana. Se trata de una aproximación que busca la esencia de la pieza y trata de ir 'a contracorriente', la única dirección posible, según él, para que el teatro tenga sentido.

En La tragédie d'Hamlet de Peter Brook, el príncipe danés está interpretado por un actor negro (William Nadylam), y su enamorada, la dulce Ofelia, cobra vida en la piel de una actriz india de nombre Véronique Sacri.

'Cuando ves la función, en un minuto te olvidas de que Hamlet es negro y no te planteas si en aquella época había negros en Dinamarca. Si no lo consideráramos así, no habría ningún catalán con derecho a hacer Edipo porque en Tebas no había catalanes en aquella época', esgrime el director de escena, en una clara alusión al montaje Edipo XXI, que se presenta también en el festival de verano de Barcelona, bajo la dirección de Lluís Pasqual.

Hace muchos años que Peter Brook practica de forma espontánea esta multiculturalidad desde el Centre International del Théâtre des Bouffes du Nord, de París, creado por él en la década de 1970. En un mundo 'cada vez más racista', el director considera imprescindible potenciar el mestizaje, y ésa es, sostiene, su particular forma de ir 'a contracorriente a pequeña escala'. Peter Brook defiende este planteamiento vital especialmente en relación con su actual montaje del clásico de Shakespeare. 'En un trabajo teatral en el que estamos buscando la riqueza humana, el hecho de que se junten gentes de razas y religiones diferentes es mucho más rico que el reduccionismo', lanza.

Intensa colaboración

En intensa colaboración con los ocho actores de este espectáculo (William Nadylam, Véronique Sacri, Emile Abossolo-Mbo, Lilo Baur, Rachid Djaïdani, Sotigui Koyaté y Bruce Myers), el director escénico ha tratado, dice, de ir a la esencia de la obra, a lo que él llama las bases de la tragedia. Ha intentado destilar 'los elementos más fuertes' y eliminar 'los que camuflaban lo esencial de la tragedia'. Peter Book cree que en el teatro los actores no deben estar al servicio del director, como tampoco éste al servicio del autor, sino que todos deben colaborar en el 'trabajo de investigación y búsqueda', que es así como el director define el proceso creativo. En la criba de lo superfluo y lo imprescindible que tanto le interesa le han ayudado también los traductores de la versión francesa de la pieza -Jean-Claude Carrière y Marie-Hélène Estienne-, que llega tras su estreno en inglés. El montaje dura 2 horas y 45 minutos, prácticamente la mitad de lo que duró la primera aproximación de Brook a la obra.

En opinión de Peter Brook, las traducciones de Shakespeare en todo el mundo suelen pecar de un exceso de barroquismo 'que esconde el pensamiento y la filosofía esenciales' y traiciona el lenguaje 'claro' utilizado por el autor.

Un escenario desnudo, vestido en este caso únicamente por los vivos colores del vestuario de los actores, sirve de marco para el desarrollo de una acción a la que se ha aproximado Peter Brook con los ojos de su tiempo, lejos de cualquier mirada arqueológica. 'El teatro es un arte vivo. El público ve el espectáculo con los ojos de su época. Por este motivo hay que tender un puente entre un texto concebido para hacerlo en la época de Shakespeare y nosotros, aquí y ahora', afirma.

Olvidar a Shakespeare

Dada esta determinación, se comprende la consigna que Peter Brook dio a los intérpretes antes de enfrentarse a la obra: olvidarse por completo de Shakespeare. 'En realidad', revela el director, 'lo que les pedí a los actores es que se olvidaran de los estratos que se han puesto encima a lo largo de cuatro siglos y camuflan la tragedia esencial de Hamlet. Se trataba de olvidarse de Shakespeare para volverlo a encontrar luego'.

Esencial es una palabra muy recurrente en el vocabulario de Peter Brook, no en vano su largo camino en el mundo de la dirección escénica ha estado marcado por un progresisvo desprendimiento de lo superfluo. 'En la vida hay que empezar por lanzarse a todos los excesos para ver lo que hay que dejar de lado', defiende. Siempre, eso sí, con el público en el punto de mira porque sólo él acaba de dar sentido al trabajo conjunto de autor, actores y director. 'El público, con su mirada viva, tiene una influencia directa sobre el espectáculo. Al igual que un chef sólo sabrá que ha creado un buen plato cuando un comensal lo pruebe, ningún director de escena, ningún actor, puede ver la representación ideal en la sala de ensayos', concluye.

Peter Brook, ayer en Barcelona.
Peter Brook, ayer en Barcelona.VICENS GIMÉNEZ
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