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Reportaje:FIN DE SEMANA

Guimarães, la cuna de Portugal

Capital del primer rey portugués y epicentro de la reconquista lusa

Así que aquí empezó todo. A este monte Latito, a esta acrópolis silvestre de Guimarães, suben multitudes endomingadas de todos los rincones del imperio difunto dispuestos a llenarse los pulmones de orgullo; ansiosos, como Saramago, de que el río de la historia les entre a raudales por el pecho. Esa historia gloriosa, que aprendieron en pupitres oscuros y discursos relumbrantes, dice que es ésta la cuna de la patria. Aquí, en el castillo roquero que parece un decorado de película, hinchado y hueco, nació Afonso Henriques, el padre de la nación. Le bautizaron unos metros más abajo, en la capilla románica de San Miguel. Y para completar la trinidad montaraz, unos pasos por debajo de la iglesia se yergue el palacio de los Duques: si el castillo recuerda a un péplum medieval de los sesenta, el palacio ducal parece cartón piedra del cine mudo.

La culpa es de Salazar, el dictador. El palacio lo había levantado en el siglo XV otro Afonso, el primer duque de la sólida dinastía de los Bragança (la que gobernó el país hasta la llegada de la República, en 1910); pero hacia 1930, Salazar lo adecentó, lo convirtió en su residencia oficial. Consumaba así una apropiación (indebida) de los símbolos y mitos patrios. Y salpicaba el lugar de ambigüedad. Por un lado, el legítimo orgullo del origen, de las raíces nobles y verdaderas; por otro, el pastiche mendaz de la retórica, de la hinchazón malsana y oportunista.

¿Por qué es Guimarães la cuna de Portugal? La cosa se remonta al siglo XI, más o menos: el rey de León había concedido a un cruzado borgoñón, como premio por haberle ayudado a combatir a la morisma, un pequeño condado entre el Miño y el Duero; el hijo de ese guerrero, Afonso I Henriques, nació en el castillo de cine, creció, salió respondón, se proclamó rey de los portugueses (1139), fijó su capital en Guimarães y empezó por su cuenta a comerles terreno a los moros, una reconquista tan santa como la que más. Hace apenas unos meses que la Unesco declaraba por fin a Guimarães patrimonio de la humanidad. A la vista de los hondos significados patrios, pero sobre todo a la vista del montón increíble de piedras y tesoros, cabe la pregunta: ¿y a qué esperaban?

Porque este solar del Portugal profundo lo tiene todo. Arriba, la ya citada acrópolis. Como alas o tentáculos, muros de piedra albina descienden por las pendientes cinchando a la ciudad llana y lisa, cuajada en callejas umbrías y plazas breves, llena de conventos que parecen palacios de reyes ricos, de palacios que parecen conventos, de santos góticos, ángeles barrocos y obispos de granito. El ombligo de este vecindario es, claro está, la plaza Mayor, que en realidad son dos, unidas por un gozne de soportales por los cuales trasiegan las fuerzas vivas, y las que están a punto de fallecer, y necesitan una cervecita.

Una espléndida 'pousada'

Contar las cosas que tiene Guimarães sería ardua pretensión. Hay monumentos de muchos quilates (entre ellos, una de las pousadas más bellas de Portugal, el convento barroco de Santa Marinha, colgado del monte); hay un par de museos ineludibles; hay buena arquitectura que se nos antoja pombaliana, por su eclecticismo, ya que mezcla mansardas a la francesa con ventanas de guillotina a la inglesa, ropa tendida a la napolitana y medianas cubiertas de tejas al estilo de Béjar. Y azulejos portugueses, por supuesto, y capillas callejeras con vía crucis de tamaño natural que te pueden propinar un buen susto. Y esos comercios inenarrables que sólo se encuentran en Portugal; imprentas coetáneas de Gutenberg, o casi, donde se imprimen los avisos de defunción, con la foto del finado; abacerías donde se merca de todo; librerías de lance para solaz de profesores con pajarita y pupilos de la universidad (que la hay); pastelerías sin cuento; minúsculas casas de comidas donde se sirven a vuelapié amoços y petiscos. 'Gloria tranquila y delicias modestas', que pedía Almeida Garrett en el siglo antepasado.

Por supuesto que no todo son albricias. Guimarães es una isla del tiempo en el norte de Portugal. Y el norte luso es lo más industrioso del país, así que llegan aquí también los zarpazos y las ansias del cemento. Ya se ciernen algunas de esas construcciones contaminando las perspectivas, aunque estén agazapadas en colinas circundantes. Crecer y seguir siendo lo mismo es antinomia de difícil solución, ni la propia biología sale a veces bien parada. En fin, el caso es que todavía hay por aquí un aroma de verdad, a pesar de la ganga fundacional, y de su ambigüedad. Todo lo que arriba, en la acrópolis, hay de teatrero y acartonado es abajo puro vitalismo, revoltijo, mestizaje de talantes y de sangres. Al contrario de lo que ocurre arriba, un olimpo sólo para lusos donde el extranjero no puede disimularlo, en la ciudad baja basta con estar para ser como de casa. Esta ciudad pegadiza y tibia, la cuna de Afonso Henriques, es la que uno habría elegido también para despertar, para sentir el escozor del primer enamoramiento.

GUÍA PRÁCTICA

Datos básicos

- Población: incluyendo los alrededores, Guimarães tiene unos 180.000 habitantes; en el centro urbano viven alrededor de 80.000 personas. Prefijo telefónico: 00351.

Cómo ir

- Por carretera, es aconsejable entrar por la autopista A-3 (de peaje), que viene desde Galicia (Tui), ya que la que aparece en los mapas como autopista procedente de Bragança y Zamora no lo es; se hace interminable. - El aeropuerto de Oporto está a unos 50 kilómetros, y la autopista A-7 lo enlaza directamente con Guimarães. - TAP (901 11 67 18). A Oporto desde Madrid, 182 euros; desde Barcelona, 265 euros; ambos, más tasas. - Iberia (902 40 05 00) vuela a Oporto desde Madrid por 198,83 euros; desde Barcelona, 262,25 euros. Ofertas de última hora, en www.iberia.com; desde Madrid, por 115 euros más tasas.

Dormir

- La Pousada de Santa Marinha (253 51 12 49). En un monte asomado a la ciudad. Es la pousada más grande de Portugal y una de las más señoriales; ocupa un monasterio barroco, con su iglesia monumental, patios, fuentes, azulejos. La doble, desde 159 euros.

Comer

- Pousada Nossa Senhora da Oliveira (253 51 41 57). Rua de Santa Maria. Guimarães. Platos regionales. Alrededor de 25 euros. - El Rey (253 41 90 96). Praça de Santiago, 20. Guimarães. En pleno centro, con terraza. Unos 20 euros.

Información

- Oficina de Turismo de Guimarães (253 51 87 90 y www.cm-guimaraes.pt).

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