Toreo mediático
Afortunadamente, cerraron el infierno y evitaron que nos encontrásemos allí juntaletras y predicadores porque tamaña felonía no se paga con 30 años de silla eléctrica. El buen José, con uniforme azabache de artista, anduvo al trote ante el primer cojo, al que trasteó rápidamente por la derecha y despidió velozmente por el otro lado, para terminar matando en huida y descabellando nueve veces. En el cuarto, que aparentaba posibilidades antes de acabar en chiqueros, dio pena ver a quien ha sido grande pasar las fatiguitas de la muerte para robar unas series rápidas, rozando la impotencia y el ridículo, cuando no cayendo de lleno en ellos.
Finito, también enfundado en azabache, fue muy aplaudido al veroniquear a un cojo que dejaba en el albero huella patente de su defecto y que se tiró al cuello del equino en un único encuentro; percatado de este detalle, la faena duró tres minutos, lo necesario para quitarse de encima el posible disgusto, que también estuvo a punto de sufrir Antonio Manuel de la Rosa en el quinto, víctima de su alarmante baja forma física. Finito enseñó el muestrario de precauciones, desde la distancia, adobado con técnica; puede que, como se dice ahora, lo sobara pero, desde luego, no lo toreó. Tampoco lo mató, aunque lo pinchara tres veces. Al tercero, con el método de la carioca, le endilgaron una vara cobarde, ventajista, cruel y bárbara. Si el toreo, como el cante, se dice, El Cordobés lo tartamudea hasta que las ranas croan. Pasó de pico, que no de muleta, al buey lidiado como sexto toro, y allí no pasó nada.
Carrascosa / Ortega, Finito, Cordobés
Toros de Laurentino Carrascosa, desiguales de presentación, de puntas artificiales, flojos 1º y 2º, toreables los demás y fuera de tipo el 6º. Ortega Cano: pitos y ovación. Finito de Córdoba: pitos en los dos. El Cordobés: ovación; aviso y ovación. Plaza de Las Palomas, 28 de junio, 5ª de abono, más de un cuarto de entrada.
Tan escaso bagaje artístico contrasta con el mediático, ya que se trata de tres diestros que llenan de rosa las revistas. Público, ayuntamiento y televisión invierten su dinero como quieren, aunque sólo el primero no tiene que dar cuentas a nadie. Puede que prime el antihéroe que muestra sin rubor sus vergüenzas, pero eso no tiene que ver con la fiesta, por muy mediática que sea la faena.
Babelia
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