Trivialidad
'No creo que en términos absolutos el mundo sea más mediocre que antes', es una frase de Marina, y estoy de acuerdo. Me gusta Marina porque puedo estar de acuerdo y en desacuerdo al mismo tiempo, y tengo la sensación de que eso me ayuda a pensar. Primero: el absoluto no existe, y recuerdo el que creo que fue el único poema de Manolo Machado en francés: 'Tout á fait, rien au monde n'existe'. No hay absoluto. Lo pongo así, ya que se trata de afrancesamientos, como el de Álvaro Mutis, al que contradice Marina: 'No sólo la banalidad y la mediocridad, sino la fealdad misma, parecen estar convirtiéndose en uno de los ejes centrales del mundo'. Banal es palabra mal metida en castellano, por trivial; en español tiene otros empleos, como bando, bandido... Por lo que recuerdo, el tiempo pasado fue mejor 'a nuestro parescer', según el primer gran necrólogo de nuestro idioma, y la mediocridad era menor y no se mezclaba. Las canciones de patio, las películas de Cifesa, el teatro, El Liberal, el TBO, el género ínfimo, qué sé yo. Y el miedo a pasarse en alguna costumbre, en ir más allá de lo permitido, los maniquíes de San Mateo ('si no lo veo no lo creo'), los anuncios de la radio... No hablemos de las conferencias de García Sanchiz y los sermones del padre Laburu. Sería un catálogo más largo que mi memoria. Cuando pienso que hoy la televisión ha salvado de la mediocridad a la España profunda, me estremezco. Pero en esa época había cumbres: de pensamiento, cultura, cátedra: muy por encima de hoy y de antes. No los cito: se saben, es mejor citar al bárbaro que a Apolo.
Mediocridad: mejor ésta. No hay que despreciarla, si uno cree en Horacio (no hay por qué creer): una áurea mediocridad, una tranquilidad serena, está por encima de todo. Será la del que se aparta del 'mundanal ruido'. Lo que me parece sospechar ahora es que han cambiado de lugar. La fealdad, la trivialidad, ocupan palacios y academias, llenan los escaparates: se las ve salir de las puertas de las iglesias en día de boda como si fueran en desfiles de destrozonas carnavalescas. Hablan en el Parlamento y el Municipio -que antes, al menos, era de Pedro Crespo, 'con su capa la pardilla' (la mediocre, la trivial, la de cada día)-, se pintarrajean en el fútbol, donde a veces matan. O sea, como antes. Pero antes ni las mirábamos. Teníamos otras cosas en las que entretenernos.
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