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El esfuerzo de la clase media

Los vecinos de Moratalaz han logrado convertir un barrio dormitorio en un distrito cotizado y bien equipado

Oriol Güell

Los 107.000 vecinos de Moratalaz no lo sabían, pero durante los años ochenta fueron conejillos de indias en uno de los experimentos mejor guardados de la política española del momento: los juegos electorales del vicepresidente socialista Alfonso Guerra. 'Analizando sólo un puñado de mesas electorales, Guerra era capaz de predecir lo que votaba el resto de Madrid y de España', recuerda Ángel Lara, concejal de IU.

¿Por qué Guerra eligió Moratalaz y no cualquier otro distrito de Madrid? 'Porque este distrito representa, como ningún otro, la evolución de España en las últimas décadas. Aquí no ha habido grandes diferencias sociales, bolsas de marginación o barrios ricos. Sus habitantes proceden de una clase media trabajadora que, desde la humildad y a base de esfuerzo, han logrado alcanzar unas cotas de bienestar muy estimables', sostiene Alfredo Marchand, concejal del PSOE.

El Hogar Ferroviario es una privilegiada isla de paz entre grandes bloques de viviendas
Aquí se inició la recogida de vidrio. La respuesta de la gente fue espectacular

Los primeros capítulos de la historia de lo que hoy es Moratalaz se escribieron hace 80 años. Entonces, los vecinos pioneros del distrito se instalaron en él de la mano de la Ley de Casas Baratas, de 1921. Esta norma permitió que grupos de trabajadores, asociados en cooperativas, accedieran a casas de nueva construcción a precios asequibles.

Rafael Serna tiene 78 años y vive desde que tenía 17 meses en las casas de la colonia del Hogar Ferroviario. Hoy, el Hogar es un pequeño barrio de unas 50 casitas bajas y calles arboladas que se ha convertido en una minúscula y privilegiada isla de paz entre grandes bloques de viviendas, la M-30 y la carretera de Valencia. En 1925, 'aquí no había más que campo, huertas y algunos barracones. Se podía ir andando por los sembrados hasta el parque del Retiro y hasta Vicálvaro', recuerda Rafael. Su padre trabajaba para la MZA, la compañía de ferrocarril propietaria de las líneas de Madrid a Zaragoza y Alicante que luego pasaría a formar parte de la Renfe. 'La casa le costó 18.000 pesetas de entonces. Era dinero, pero un trabajador se lo podía permitir', asegura.

A partir de las primeras colonias de viviendas, construidas junto a lo que entonces era el arroyo del Abroñigal y hoy es la M-30, el distrito creció hacia el este, escalando la suave colina en la ribera del arroyo. En los años cincuenta empezó la urbanización del barrio de la Media Legua, el más cercano a la M-30 de los seis que constituyen el distrito. El ritmo de urbanización se aceleró en los años sesenta, cuando Madrid acogió decenas de miles de personas que llegaron a la capital en busca de trabajo.

En esta década se completó la urbanización de Marroquina y Vinateros, barrios centrales del distrito. Desde entonces, Moratalaz casi ha agotado el suelo edificable con la construcción, a partir de los últimos años ochenta y junto a la M-40, de los barrios de Horcajo y Pavones.

El resultado de este crecimiento 'rápido, pero gradual' ha sido un distrito 'que se ha consolidado. El aumento de renta y la lucha vecinal han hecho que Moratalaz pasara de ser un barrio dormitorio a uno cotizado y bien equipado', coinciden en señalar los ediles de IU y PSOE.

En el distrito aún se recuerdan las fuertes movilizaciones vecinales de los años setenta, en las que se consiguió arrancar a las administraciones los equipamientos de los que carecía Moratalaz. 'Por ejemplo, el metro de la línea 9 estaba proyectado sólo hasta la estación de Sainz de Baranda, en Retiro. Fue la gran movilización de los vecinos lo que logró que se extendiera hasta aquí', recuerda Prisciliano Castro, presidente de la asociación de vecinos Avance y de la Federación regional de Asociaciones de Vecinos.

'Lo mismo ha sucedido con los equipamientos sanitarios, de educación y deportivos. Hoy los disfrutamos, pero tuvimos que luchar por ellos', asegura Francisco García Zapico, presidente de la asociación de vecinos Moratalaz, el otro gran núcleo asociativo del barrio.

Gobierno municipal, oposición y vecinos coinciden en que Moratalaz disfruta de unos equipamientos aceptables, aunque 'mejorables'.

Diez colegios y seis institutos son la oferta educativa pública del distrito, a los que hay que añadir otros seis centros concertados, 'como el Siglo XXI, de tradición progresista y participativa', afirma Marchand. Vecinos y oposición se muestran satisfechos con esta red, aunque lamentan la 'escasa inversión en las escuelas. Algunas están en un estado de conservación deficiente', lamenta Ángel Lara, de IU.

Lo que sí falta en el distrito son guarderías. Mónica Salgado, de 34 años, tiene dos niños de uno y tres años y es nueva vecina de Moratalaz. Hace menos de un año que vive en la calle de Laponia, en la parte nueva del barrio de Horcajo, cercana a la M-40. 'No hay ninguna guardería por aquí, ni pública ni privada. No lo entiendo, porque en un barrio nuevo, era fácil pensar que vendríamos a vivir parejas jóvenes con niños', explica.

Cubiertas las necesidades básicas, Moratalaz lucha hoy por mejorar su calidad de vida. 'Es un distrito que tiene un potencial enorme. Aquí podrían ensayarse políticas sociales incentivadoras para ser luego extendidas al resto de Madrid. Pero la Junta Municipal se limita a ir ejecutando el presupuesto. Cuando se han probado iniciativas audaces, han tenido éxito', lamenta el socialista Alfredo Marchand.

PSOE e IU ponen como ejemplo la recogida selectiva del vidrio: Moratalaz fue el distrito pionero en dar un papel a los vecinos en la gestión de los residuos. 'La respuesta de la gente fue espectacular', se enorgullece el concejal presidente del distrito, José Fernández Bonet. 'Por eso es una pena que no se potencien otras políticas sociales, porque funcionarían', lamenta Ángel Lara.

Un buen ejemplo son los centenares (no hay ningún censo oficial) de espacios interbloque que permanecen sin ajardinar en el distrito. Estos espacios, de muy diversas formas y tamaños, son las superficies que quedaron entre los bloques de viviendas. Aún son propiedad de las empresas constructoras, que ni pueden ni quieren hacer nada con ellos.

'Al ser privados de uso público, ni las empresas ni el ayuntamiento los cuidan, así que se quedan como están: acumulando barro cuando llueve', lamenta Alfredo Marchand. Los únicos espacios bien cuidados son aquellos en los que los vecinos han decidido hacerlo.

En el número 31 de la avenida de Moratalaz tomaron esta decisión hace unos 12 años. Emilio García Gómez, de 64 años, estaba entonces recién prejubilado y como es 'un apasionado de la jardinería' plantó sobre el suelo yermo césped, rosales, olivos y ciruelos, y rodeó el conjunto con unos setos. El espacio que rodea al edificio es hoy un pequeño vergel que contrasta con el abandonado terreno de los edificios cercanos.

'Desde la Junta Municipal se deberían promover iniciativas de este tipo, pero no se hace nada', critica Alfredo Marchand. José Fernández Bonet es de otra opinión: 'Aplaudo la decisión de estos vecinos. Me parece muy loable que una comunidad decida mejorar el espacio en el que vive para disfrute suyo y de los demás. Pero es una decisión que deben tomar ellos', afirma Fernández Bonet.

La escasez de ofertas culturales es otra de las críticas que oposición y vecinos hacen al Ayuntamiento. En el distrito ya no quedan cines ni teatros abiertos al público. Los que hubo en los años setenta, como el cine Moratalaz o el Garden, son hoy zonas comerciales o un bingo. 'Moratalaz no tiene espacios para el ocio. Salvo para hacer deporte, los jóvenes tienen que salir del distrito para todo. Al único lugar de ocio al que acaban por ir son los bares de la Lonja [en el Camino de los Vinateros]', lamenta Ángel Lara.

La Junta promueve dos festivales anuales para la juventud: uno de teatro clásico y otro de música. Además, tiene abierto un centro juvenil. 'El problema es que funciona como una simple oficina. No hay ni ganas ni espíritu de organizar actividades que integren a los jóvenes en la vida del distrito', lamentan Marchand y Lara.

Los dos concejales extienden estas quejas a la políticas de la tercera edad: 'La población que llegó aquí en lo años sesenta está ahora envejeciendo. Para ellos no hay otras actividades organizadas desde la Junta que no sean cursos de macramé o cosas similares. Estos cursos están bien, pero debería hacerse algo más', lamentan Lara y Marchand.

El último gran proyecto de organización territorial que Moratalaz tiene pendiente es el de la Cuña Verde, la franja de terreno de 90 hectáreas de extensión que se extiende paralela al eje de O'Donnell. Allí está previsto hacer zonas verdes y equipamientos deportivos. 'Hace más de una década que el proyecto está empantanado, sin que el Ayuntamiento se haya tomado en serio su desarrollo', critican oposición y vecinos.

Pero la Junta Municipal asegura que ha apostado firmemente por este proyecto. 'Será uno de los pulmones de Madrid', afirma Fernández Bonet, que se siente especialmente orgulloso de los equipamientos que esta zona dará al distrito: 'Será una zona verde muy amplia, con un lago. Tendrá un palacio de fiestas y exposiciones abierto a los vecinos y varias instalaciones deportivas', añade Bonet.

El proyecto estrella de la Cuña Verde que prepara el concejal presidente es un campo público de golf. Bonet se muestra convencido de que ya ha llegado la hora de extender este deporte entre toda la sociedad.

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Sobre la firma

Oriol Güell
Redactor de temas sanitarios, área a la que ha dedicado la mitad de los más de 20 años que lleva en EL PAÍS. También ha formado parte del equipo de investigación del diario y escribió con Luís Montes el libro ‘El caso Leganés’. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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