Rendir cuentas
En otros tiempos, ser 'auditado' tenía una connotación de integridad y transparencia: significaba la verificación de la veracidad y, en el sentido puramente contable, significaba que los libros y las cifras que contenían estaban en orden. Hoy, ser 'auditado' parece que puede significar que se ha convencido a una empresa sospechosa para que dé su aprobación a una contabilidad empresarial deshonesta, si no engañosa, y que se han triturado los documentos que eran ilustrativos hasta el punto de ser incriminatorios. Ésa es, al menos una de las formas de considerar la condena de Andersen, alias Arthur Andersen, por obstrucción a la justicia al sabotear una investigación a Enron de la Stock Exchange Commission (el órgano regulador del mercado de acciones en EE UU). (...)
Hay algunas reformas que son obvias y necesarias. A compañías como Andersen les gustaba presentarse como tiendas en las que las empresas podían comprar todo tipo de servicios. La firma de Chicago ofrecía de todo, desde servicios informáticos a consultoría de gestión y grandes conferencias. En los embriagadores años noventa, no parecía un conflicto de intereses la idea de pagar al propio auditor por su 'consejo' sobre cómo desarrollar la empresa, pero al mismo tiempo conservarlo para que diera su aprobación a las cuentas. En el actual milenio, más sobrio, los peligros están claros. Las empresas auditoras deben auditar y sus ramas consultoras deben separarse. Como mínimo, debería prohibirse que la misma empresa pueda ofrecer servicios de auditoría y consultoría al mismo cliente. (...)
Londres, 18 de junio
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