'Los empresarios no deberían contratar a más ilegales'
Azurmendi es visto por muchos de los grupos que apoyan a los inmigrantes ilegales y condenan la política del Gobierno al respecto como un traidor que se ha pasado con armas y bagajes al enemigo de la derecha para defender una política restrictiva ante la inmigración. Azurmendi pide lealtad al sistema democrático por parte de aquellos que han llegado a nuestra sociedad desde otras muy distintas y reciprocidad en el respeto que no siempre ve cumplido.
Pregunta. La inmigración ya domina todo el discurso político y social en Europa. En la Cumbre de la Unión Europea en Sevilla estará omnipresente. ¿Qué cree que debe o puede decidirse allí?
Respuesta. Creo que es muy bueno, muy positivo que el problema de la inmigración adquiera un papel tan relevante en Sevilla. Creo que este fenómeno es un gran campo experimental, un laboratorio de la democracia. Nosotros somos conscientes de que defendemos determinados valores, y también somos conscientes de que en estas circunstancias, a veces, no somos consecuentes con ellos. Por ejemplo, el derecho al movimiento a salir de tu lugar de origen e irte a otro lugar, que es un derecho al que no podemos responder con un derecho de acogida, de una obligación del otro a acoger a quien se marcha de su lugar de origen. Nuestros propios conceptos de derecho, sin hablar de la economía y de los modelos de integración que no tenemos porque hemos sido siempre emigrantes, han sido más de 60 millones de europeos los que emigraron entre finales del siglo XIX y primeras décadas del XX. Por eso espero, casi con pasión, saber lo que allí va a pasar y se va a decidir. Si fueran meras acciones defensivas me asustaría. Es decir, esas tendencias de bunkerizar Europa. Creo que no van por ahí los tiros. En todo caso, marcar unos límites por los que discurra, tanto la integración, como la economía, como la relación entre las personas, las libertades; debatir sobre las libertades, cuáles son las públicas y las privadas, y el marco en el que se mueven, me parece fundamental. En todo caso, estaremos muy atentos. Estamos en un momento apasionante. Hay que abrir caminos nuevos.
'No acepto los encierros; ni el de ahora ni los de Almería o Murcia. Es una discriminación con los demás inmigrantes que no recurren a esos métodos'
'Las organizaciones que utilizan a los inmigrantes en su lucha contra el sistema no quieren ayudar ni reflexionar para encontrar soluciones al problema'
'Marruecos comete una grave injusticia con sus ciudadanos al permitir que cientos de jóvenes salgan de su país todos los días y la policía no lo impida'
P. Pero es precisamente esa tendencia a la bunkerización lo que se critica al actual Gobierno español y a otros europeos.
R. Creo que realmente se ha pasado, y lo digo como observador sobre este fenómeno desde hace tiempo, de tomárnoslo a la ligera en nombre de una tolerancia beatífica de permitir, por ejemplo, que los inmigrantes se organicen como quieran, y que, con tal de que trabajen y participen en la economía, todo lo demás da lo mismo. Pero hoy podemos señalar cómo países enormemente tolerantes han creado en su interior microclimas étnicos que nos asustan y espantan. Eso genera un gran temor entre la gente.
P. El presidente del Gobierno ha dicho que habrá que cambiar la ley de inmigración. Da la impresión de que habría que estar reformando la ley permanentemente.
R. No, en absoluto. Yo no sé qué es lo que tratan de reformar. En todo caso, sí creo que Europa tiene que consensuar unos programas de mínimos en las leyes restrictivas. Las leyes son siempre restrictivas. También las normas de jugar al fútbol lo son. Pero éstas en sí no hacen el fútbol bonito, después hay que saber jugar dentro de esas normas. Hay que consensuar esas normas para jugar el partido de la integración. No hay que cambiar las leyes todos los días, pero hay que verificar sus efectos en la experiencia; son proyectos sociales en los que hay que ver si hay elementos erróneos o no. Yo, cuando entré en el Foro tenía serias dudas entre la ley que se aprobó consensuada bajo Pimentel y la que se aprobó después, ya con la mayoría absoluta del Partido Popular. Me molestaba, por ejemplo, el concepto del residente, porque yo también me dejaba llevar por las buenas intenciones sin ver las implicaciones y consecuencias. Hoy veo claramente que la nueva ley es mejor que la anterior. Por ejemplo, la previa daba a todos los inmigrantes, incluidos los ilegales, todos los derechos de reunión y manifestación, lo que permitía a éstos utilizar estos derechos para forzar su legalización porque podían montar un caos. La oposición está pidiendo que se aplique la ley de extranjería. Es lo que queremos todos y es evidente que no se aplica, al menos parcialmente, porque según esa ley los inmigrantes ilegales no tendrían que existir y pertenecer todos al cupo. La política de cupos y contingentes se está haciendo.
P. Pero estaremos de acuerdo en que ha fracasado.
R. No se puede decir que haya fracasado. El Foro ha elaborado un informe, con UGT y otras muchas gentes, que llega a la conclusión de que en general es positivo. Se han encontrado, por supuesto, elementos negativos. Pero en todo caso la política de contingentes ha de existir. No hay otra. Necesitamos trabajadores inmigrantes, los necesitamos legales y la manera de traerlos es con todos los derechos. ¿Qué está fallando? Los empresarios mismos. Ellos se comprometieron a contratarlos y no lo han hecho, no llega a un 4%. Siguen sirviéndose de trabajadores ilegales y eso es lo que es inadmisible. Ahora, qué hacer con los ilegales que llevan ya años trabajando aquí. No podemos mandarlos a casa. Deberían ser los empresarios los que dieran un paso adelante, pidieran su legalización y se comprometieran a no contratar más ilegales en el futuro. En ese sentido se podría formar un contingente desde aquí mismo. Hay que estudiar diferentes fórmulas. Pero en todo caso hay que proteger a la ciudadanía española y evitar condiciones en las que sean los españoles los que se consideran discriminados: no vaya a ser que nos salgan aquí los enanos racistas, organizaciones xenófobas.
P. Esta semana se han encerrado en una Universidad de Sevilla varios cientos de inmigrantes que exigen papeles.
R. Eso no puede ser. Está mal que se hayan tenido que encerrar. Pero los encierros son inaceptables. No acepto éste como no acepté los de Almería o los de Murcia. Ni acepté que lograran lo que se proponían por tales medidas de fuerza. Porque es una inmensa discriminación. ¿Resulta que vamos a premiar a quienes utilizan la fuerza o la violencia mientras olvidamos a miles de inmigrantes sin papeles que no recurren a estos métodos? No puede ser. Pero, además, detrás de estos actos hay una política de utilización de los inmigrantes. Existen entre nosotros una serie de organizaciones que diseñan todo esto. Además presumen de ello. Son organizaciones que utilizan a los inmigrantes en una lucha contra el sistema. Ellos no quieren ayudar ni reflexionar en busca de soluciones, sino que intentan agudizar todas las contradicciones del sistema democrático en un intento de que estalle. Estos grupos están formando a los inmigrantes en el uso de la violencia.
P. Otro punto conflictivo es Melilla.
R. A Melilla hay que ir para ver las condiciones. El CETI de Melilla es una instalación magnífica. Allí nos les falta de nada, están libres y cuando quieren se pueden ir a su país. Están atendidos, tienen clases, ropa y tres comidas al día. Allí pueden aprender español. Bueno, pues ahora hay varios centenares que jamás han ido a la escuela y llevan allí un año. Le hablo del CETI, pero tambien están los centros de menores, el reformatorio, etcétera. En todo caso da la impresión de que Marruecos está jugando con nosotros a tenernos de protectorado y obligarnos a hacer lo que es su obligación. Es una grave injusticia del Estado marroquí hacia sus propios ciudadanos el hecho de que todos los días cientos de jóvenes estén intentando salir de su país sin que su policía haga nada por impedirlo. Yo he estado allí viendo cómo niños que dicen no tener padres y estar abandonados reciben visitas familiares, o cómo durante la tradicional fiesta del cordero casi todos se fueron de los centros para celebrarla en su país y volvieron después. O el caso de una chica que llegó y dijo que su padre la violaba y su madre la azotaba. Fue tutelada por la ciudad de Melilla, se integró bien, después tuvo un hijo y ahora le ha propuesto la ciudad un trabajo en Valladolid en una familia o institución donde sería una madre soltera más. Pues no, ella exige ahora que la ciudad acoja también a su hermano y a su madre. Pide el reagrupamiento familiar. Casos así demuestran que hay una estrategia diseñada. Se trata de venir a nosotros, acogerse a nuestras leyes protectoras, sumamente benignas, de los derechos del niño y luego hacer que sea una forma más de atraer inmigrantes. Después, en los centros hay chicos que se portan bien, pero existen unos grupos tremendamente conflictivos. Esos centros que yo he visitado cuestan 2.000 millones de euros al año, aunque parte sean fondos europeos. En algún centro hay un monitor por niño y medio. No hay ninguna escuela en España, ni la mejor dotada, en la que haya dos monitores por cada tres niños. Hay que decirle a Marruecos: aquí están estos niños, si son marroquíes se hace cargo de ellos. Si dice que no son marroquíes, bueno nos los traemos a la Península a un internado y hacemos de ellos ciudadanos españoles. Eso es lo que habría de hacer la autoridad española en Melilla.
P. ¿En qué medida existen en España ya esas bolsas etnicistas, esa guetización que tanto le preocupa?
R. Aún no, pero sí hay proyectos y estrategias para ello. Hay grupos que los fomentan; por ejemplo, en las universidades hay un magma que directamente está fomentando acciones como estos encierros. Son esos grupos que siempre hablan de relaciones interétnicas entre nosotros y los inmigrantes, nunca de relaciones ciudadanas. Es lo contrario que hay que hacer. Tratan a los inmigrantes como grupos compactos de culturas. Suponiendo que haya una española, que yo no veo por ningún lado, somos una ciudadanía plural, que no preguntamos a nadie qué universo cultural tiene o cuáles son sus formas culturales, ni qué música oyes ni qué lees. Eso son asuntos privados.
Después crean guetos también las malas políticas de las autoridades locales. Las dificultades de trabajo, discriminación y sobre todo de vivienda crean el gueto y el hacinamiento. Pero, de momento, en la Península sólo tenemos aún una organización multicultural que es Euskadi, donde hay una cultura etnicista y donde se produce la exclusión de los ciudadanos que no la defienden. Es éste un fenómeno nuevo en la democracia española. Y nos demuestra los peligros de que se produzcan en el futuro en España otros guetos étnicos, esta vez de inmigrantes.
Aparte de Euskadi, el otro caso en que ya existe una organización multicultural es Melilla, seguramente en Ceuta también. En Melilla la democracia española no ha logrado romper la barrera histórica en el que unos nos llaman cristianos, lo seamos o no, y nosotros los llamamos moros o magrebíes, cuando no son ni lo uno ni lo otro, sino rifeños y españoles. Estos dos ejemplos nos muestran dos muros indeseables y ha de impedirse que se erijan otras.
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