Un 'diablo' con ángel de la guarda
El belga Vanderghaeghe estuvo clínicamente muerto a los 18 años por una meningitis cerebral
Antes de convertirse en diablo rojo, a Yves Vanderghaeghe le visitó el ángel de la guarda. El mediocampista belga, de 32 años, estaba acostumbrado a encajar los reveses, pero la vida le lanzó un penalti por toda la escuadra cuando sólo tenía 18 años. Los frecuentes dolores de cabeza que le amargaron toda la temporada en el Círculo de Brujas escondían una meningitis cerebral que se descubrió tras sufrir un desvanecimiento en un entrenamiento con el modesto Roeselare, un club de la Tercera División belga al que regresó tras el despido del Brujas. El diagnóstico fue rotundo: 'Clínicamente muerto'. Vanderghaeghe entró en coma en espera del fatal desenlace. Aritméticamente, la medicina le dio un 5% de posibilidades de salvarse, el porcentaje que se atribuye a un milagro.
De pronto, recuperó la consciencia y asomó la cabeza a la vida. Pero aquello no era... vida. El propio jugador relataba al diario alemán Süddeustchen Zeitung su experiencia enganchado durante mes y medio a una máquina de respiración asistida: 'No podía respirar, ni comer, ni hablar. Pensé en el suicidio. La perspectiva de convertirme el resto de mi vida en un saco de patatas me llevaba a la desesperación'. La cortisona revalorizó el 5% y a los cuatro meses volvió a casa.
El fútbol ya le había dado antes un tortazo importante. Había debutado en Primera con 17 años y el Círculo de Brujas decidió no renovarle el contrato. Volvió al modesto Roeselare y se matriculó en la universidad. Vanderghaeghe nunca fue un futbolista esplendoroso, pero sí generoso. Sus compañeros le llaman Tres Pulmones por su derroche físico. Sus amigos le adoran. De Vleeschauver, centrocampista del Excelsior, lo dice abiertamente: 'Yves es profundamente bueno y muy sensible. Ama la vida porque ha visto la muerte de cerca. En consecuencia, cada segundo que pasa es, para él, un instante único'. También recuerda De Vleeschauver que uno de las cosas que Vanderghaeghe le repite a menudo es que 'la suerte juega un rol fundamental en la orientación de una carrera'.
Él lo sabe bien. Tras la enfermedad, empezó por tercera vez en el Roeselare; luego, al Excelsior (Segunda), al Aalst (Primera), al Excelsior de nuevo. Tenía prisa por jugar, por vivir. Y, por fin, firmó su gran contrato, con el Ardelecht. Tenía 30 años, repartidos a los lados de la frontera de la meningitis: 18 antes y 12 después de estar clínicamente muerto. Ahora, con 32 años, ha jugado su primer Mundial. ¿Tarde? ¿Viejo? ¿Quién lo sabe? Quizá sólo tenía prisa por ser feliz. La razón la explica él mismo: 'Si eres feliz, puedes crecer'. Gane o pierda hoy Bélgica con Rusia, Vanderghaeghe tendrá todos los motivos del mundo para ser feliz.
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