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El acusado del crimen racista de la calle de Aribau se declara inocente

El joven dice en el juicio que la pistola que llevaba era de plástico

Domingo Correa Almendro, el acusado del crimen racista de la calle de Aribau en que murió un joven español de origen marroquí, declaró ayer ante el tribunal popular que le empezó a juzgar en la Audiencia de Barcelona que la noche de los hechos esgrimió una pistola, pero dijo que era de plástico. El joven negó que actuase movido por sentimientos de racismo, en contra de lo que sostienen el fiscal y las acusaciones, que solicitan para él 20 años de prisión por asesinato, lo máximo que prevé el Código Penal.

'Hasta ahora, éramos las acusaciones las que teníamos que demostrar que se usó una pistola, pero después de que el acusado haya reconocido qué sacó un arma, ahora le toca a su defensa demostrar que era de juguete'. Así se expresó el abogado Juan Antonio del Moral tras oír la declaración de Correa, de 31 años. La pistola con la que se cometió el crimen mortal nunca fue hallada, pero las acusaciones están convencidas, por varios motivos, de que sólo pudo ser el acusado quien realizó, sin mediar palabra, un disparo mortal contra Hamid Saada la madrugada del 10 de septiembre de 2000 a la salida de un pub de la calle de Aribau de Barcelona.

La bala le entró por la parte frontal izquierda de la cabeza, describió una ligera trayectoria descendente y quedó alojada en el cerebro. La muerte se produjo unas horas después. Los informes de balística detectaron una quemazón en el orificio de entrada que sólo puede producirse por un disparo realizado a escasos centímetros. Y cuando ocurrieron los hechos, la persona que estaba más cerca de la víctima era el acusado. Tanto, que lo tenía cogido por el hombro, según admitió el acusado ayer. La víctima, además, era bastante más baja que el acusado.

Correa dio toda clase de detalles para exculparse, aunque incurrió en alguna contradicción. Explicó que iba borracho aquella noche porque había ingerido ocho o nueve cubatas y cinco chupitos de orujo, pero al mismo tiempo relató con todo detalle qué ocurrió durante el crimen. 'Le apuntaba con la pistola de juguete, pero sólo para asustarlo. Entonces se oyó un ruido como de un petardo, y ese señor cayó al suelo y todos salieron corriendo. Yo me quedé solo y sorprendido, y creo que alguien malinterpretó lo que estaba pasando'. Tres días después, la policía le detuvo en su casa y le intervino una ballesta, tres carabinas de aire comprimido, una flecha y la pistola de plástico a la que ayer aludió por primera vez ante la justicia. 'Mi primer abogado me dijo que no dijese nada de esa pistola', se justificó ayer.

Las seis personas que iban con él aquella noche declararán hoy como testigos y dentro de unos meses serán juzgadas por encubrimiento. Hamid Saada, de 37 años y padre de tres hijos, hace ya casi dos años que murió. 'El juicio debe servir para que cuando los hijos pregunten qué pasó con papá y dónde está se les pueda contestar', dijo el abogado de la familia.

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