El año impensable
Los españoles sólo habían ganado dos títulos, y nada inducía a pensar en el éxito que se dio en París
Echar la vista atrás sirve a veces de bien poco. La historia más reciente indica que los mejores éxitos españoles en París se han logrado precisamente los años en que peores resultados se habían cosechado en los prolegómenos. Cuando la armada llegó a la catedral de la tierra batida en 1998 no tenía ningún hombre entre los 10 primeros del mundo, y había ganado sólo tres títulos masculinos y otros tres femeninos. Pero el éxito fue tan brutal que abarcó tres de las cinco pruebas principales: Carlos Moyà ganó a Àlex Corretja en la final; Arantxa Sánchez fue campeona; y Ferrero, finalista junior.
Este año la situación era todavía peor. Los jugadores españoles brillaron muy poco hasta la llegada de la tierra batida y, en ella, tampoco explotaron como lo había hecho Ferrero en 2001 cuando se adjudicó los torneos de Estoril, Barcelona y Roma y perdió en la final de Hamburgo. No, en este 2002 nada hacía presagiar que habría una final española en Roland Garros. En el palmarés de la temporada sólo figuraban el título de Carlos Moyà en Acapulco y el de Ferrero en Montecarlo, ganado ante el mallorquín. Y en el apartado femenino, los de Àngels Montolio en Oporto y Magüi Serna en Estoril.
Como en 1998, cuando empezó Roland Garros tampoco este año había españoles entre los 10 primeros y, por primera vez en muchos años, tampoco entre las mujeres. Sin embargo, Ferrero llegó a París con la vitola de gran favorito y Moyà impresionó en sus primeros partidos. En el cuadro femenino, en cambio, estaba claro que la era de dominio español había concluido.
Ferrero avanzó hasta la final tras dejar en su camino a dos pesos pesados como Andre Agassi y Marat Safin, a pesar de sus lesiones en el tobillo y en los abductores. Sólo le siguió Albert Costa, un jugador que había sido finalista en Barcelona pero con el que muy pocos contaban. Costa mantuvo una trayectoria impecable eliminando a Kuerten, Cañas y Corretja.
Y fue así como pudo reproducirse la misma situación que se vivió ya en 1994 y en 1998, con dos finalistas españoles en París, en un año realmente impensable. De nuevo quedó patente que la lógica no existe en deporte. En 2000 los jugadores españoles habían ganado 9 títulos y disputado siete finales. En 2001 ascendieron la cifra a 12 torneos y 11 finales. Pero entonces Ferrero se encalló en las semifinales y Corretja en la final. Esta vez, en cambio, Costa fue el sexto español campeón en Roland Garros.
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