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Reportaje:

Las cuentas ruinosas de las 'telecos'

La depreciación de activos y la nueva contabilidad se traducen en pérdidas récord y hundimiento bursátil

Ramón Muñoz

La alegría compradora que vivió el sector de telecomunicaciones hace dos años se ha convertido en una peligrosa bola de nieve en forma de elevado endeudamiento, desplome bursátil y pérdidas multimillonarias que han batido todos los récords históricos para cualquier compañía cotizada. El error de cálculo sobre las perspectivas futuras del sector, la pésima gestión de unos responsables que pasaban por gurúes y hoy son ampliamente cuestionados y unas nuevas prácticas contables explican este fenómeno.

AOL Time Warner se ha atrevido a reflejar unas pérdidas de 57.000 millones de euros, el gasto anual en pensiones en España
La mayor parte de las millonarias pérdidas responde a un mero apunte contable y no a una sangría de fondos procedentes de la caja

La crisis de las telecomunicaciones se ha convertido ya en un tópico al que recurren los analistas financieros -los mismos que aconsejaban invertir sin fin en el sector hace dos años- para explicar el continuo desplome bursátil que sufren los valores tecnológicos. Pero al margen de la evidencia del parón que sufren las telecomunicaciones, a medida que las grandes multinacionales cerraban las cuentas de su último ejercicio fiscal (que no suele coincidir con el año natural), se han asomado a los titulares de los periódicos unas pérdidas astronómicas cuya espectacularidad ha desconcertado a los accionistas. Sólo las diez mayores pérdidas de empresas del sector (lista que incluye a casi todos los grandes operadores) superaron en 2001 los 150.000 millones de euros.

'Vivendi bate todos los récords de pérdidas de una empresa francesa' o 'Vodafone registra los mayores números rojos de la historia empresarial británica', son sólo una muestra de un alarmismo bajo el que se esconden varios interrogantes. Por ejemplo, ¿cómo puede una empresa como Vodafone hacer públicas unas pérdidas de 26.000 millones de euros (4,3 billones de pesetas) sin que sus accionistas huyan despavoridos y sus clientes corran al distribuidor más cercano para cambiar de compañía de móviles al día siguiente? ¿Alguna sociedad como ha ocurrido con AOL Time Warner se hubiera atrevido a presentar unas pérdidas sólo en el primer trimestre del año de más de 57.000 millones de euros, equivalente al gasto anual en pensiones en España?

En efecto, todas esas cifras reflejan una desastrosa gestión que se tradujo en compras multimillonarias en el bienio mágico (1999-2000), basadas en previsiones de negocio que se han demostrado utópicas. En el caso de AOL, el error de cálculo fue mayúsculo. La empresa de Internet que deslumbró al mundo en 2000 con la compra del gigante mediático Time Warner por 106.000 millones de dólares tuvo que incluir en sus últimas cuentas, correspondientes al primer trimestre de 2002, una provisión extraordinaria por depreciación de activos de 54.000 millones de euros.

Pero Steve Case, el atribulado presidente de AOL, no estaba solo en el camino del despropósito. Las macrocompras realizadas entre 1999 y 2000, con la burbuja tecnológica en su punto más álgido, tentaron por igual a todos los grandes del sector como France Télécom (con la adquisición de Orange), Vivendi (Seagram), Vodafone (Mannesmann y J-Phone), Deutsche Telekom (VoiceStream).

Sin embargo, los titulares con las pérdidas récord que han encendido las alarmas se deben, en su mayor parte, a un apunte contable: la amortización de su fondo de comercio, la partida que refleja la diferencia entre el importe pagado por una adquisición y su valor en libros. Así, los 26.170 millones de euros de pérdidas que acaba de notificar Vodafone para su último ejercicio fiscal o los 13.600 millones de la francesa Vivendi Universal, no reflejan, como parece traslucirse a simple vista, una sangría de fondos, sino la voluntad de reflejar en los balances cuanto antes la verdadera valoración de los activos de la compañía, sin que, por ello, se vea afectada la generación de caja.

En ese esfuerzo de realismo contable, ha influido decisivamente el cambio que se ha producido en las normas contables de Estados Unidos (las Financial Accounting Standards Board), que permite a las compañías justificar la devaluación de sus activos como un mero apunte contable, de forma que se pueda ajustar mejor a la capitalización bursátil que se supone que ya ha descontado previamente esa pérdida de valor. Dado el desplome de las acciones de todas las compañías de telecomunicaciones, la mayor parte las cuales cotizan también en Wall Street, esa norma ha producido una catarata de amortizaciones aceleradas que, de acuerdo al calendario y las prácticas tradicionales, se hubieran demorado en un periodo de 10 a 20 años.

Efecto perverso

Pero dichas provisiones, a las que ni los analistas ni los bancos acreedores dan ningún valor, han tenido, a su vez, un efecto perverso, pues al reflejarse crudamente sobre las cuentas han retroalimentado a su vez la corriente vendedora. 'La adquisición de activos de telecomunicaciones en los últimos años a un precio muy superior al que registraban como valor contable, ha supuesto una generación de fondo de comercio muy elevado. Sin embargo, el efecto real para las empresas adquirentes ya se tuvo en cuenta a través del aumento del número de acciones para satisfacer el pago, con el consiguiente efecto dilutivo en el beneficio por acción o a través del aumento de la deuda para satisfacer el pago, con el consiguiente efecto negativo en el aumento de los costes financieros. Que actualmente se resalte las extraordinarias pérdidas de las operadoras por las amortizaciones del fondo de comercio generado (ya se amortice de forma acelerada o no) es volver a penalizar a las operadoras sin motivo, ya que no hay salida de caja como tal y se trata de un mero apunte contable', señala Nahum Sánchez, analista de Caja Madrid Bolsa.

Este analista aconseja tomar como referencia la relación existente entre la pérdida de capitalización bursátil de estas compañías desde que realizaron las compras con el fondo de comercio que se generó, porque en el caso de que la primera sea superior al segundo, los activos se han ajustado en Bolsa más de lo necesario, con lo que la penalización ha sido excesiva.

La fiebre de las amortizaciones aceleradas tiene por pacientes a los que dos años atrás se mostraron más activos en la compras: France Télécom ha multiplicado sus amortizaciones por cinco; Vivendi contabilizó 15.700 millones aun a riesgo de batir récords de pérdidas en Francia; la provisión de la holandesa KPN fue similar a su abultada deuda y Telecom Italia tradujo en las primeros números rojos en 20 años sus write-off.

Pero la peligrosa moda de las amortizaciones también comienza a asustar. Vodafone, que pensaba incluir amortizaciones por 42.000 millones de euros (para enjugar de golpe el sobreprecio pagada por Mannesmann) hubiera disparado sus pérdidas de 26.170 millones de euros. Pero Chris Gent, el cuestionado presidente de la multinacional británica, dio marcha atrás y se quedó en unas modestas amortizaciones de 9.720 millones de euros, bajo la peregrina excusa de que sólo iba a provisionar los negocios de telefonía fija de sus compras porque no veía razones para hacer lo mismo con su principal negocio.

Pero pese a que se pueda achacar parte de las pérdidas a la contabilidad, la crisis por la que atraviesa el sector es innegable: la avalan un nivel dramático de deuda (sólo la de las grandes operadoras europeas supera los 250.000 millones de euros) y el desplome bursátil.

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Sobre la firma

Ramón Muñoz
Es periodista de la sección de Economía, especializado en Telecomunicaciones y Transporte. Ha desarrollado su carrera en varios medios como Europa Press, El Mundo y ahora EL PAÍS. Es también autor del libro 'España, destino Tercer Mundo'.

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