Un toro de bandera

Un toro de bandera, un toro de escándalo, un victorino para encumbrar a un torero a la cima inalcanzable de auténtica figura. Murciano se llamaba, pesaba 511 kilos, y fue todo un derroche de bravura y encastada boyantía. Luis Miguel Encabo, su matador, torerísimo toda la tarde, no supo o no pudo culminar una obra maestra y todo quedó en un trofeo que sabe a poco, a muy poco para lo imaginado.
Murciano salió con alegría, embistíó con fijeza en unas ajustadas verónicas; no hizo una espectacular pelea en varas, aunque empujó con codicia en el segundo encuentro. Se vino arriba en un largo tercio de quites en el que participó la terna al completo; acudió con alegría a las banderillas y se convirtió en una auténtica locomotora en la muleta. Largas y crecientes embestidas por ambos lados llevaron el entusiasmo al respetable. Un toro bravo, nada más y nada menos, con enorme poderío, de extraordinaria acometividad y movilidad. Una alegría para los sentidos.
Martín / Esplá, Puerto, Encabo
Toros de Victorino Martín, bien presentados y de juego desigual, aunque todos ofrecieron interés; al 3º, bravo y muy encastado, se le dio la vuelta al ruedo; 1º y 5º, bravucones; 2º y 4º, mansos; 6º, bravo y soso. Luis Francisco Esplá: casi entera recibiendo -aviso- y un descabello (gran ovación); casi entera contraria y perpendicular (ovación y algunos pitos). Víctor Puerto: dos pinchazos y estocada (algunos pitos); pinchazo -aviso- pinchazo, media baja y dos descabellos (silencio). Luis Miguel Encabo: estocada muy trasera (oreja); casi entera caída (silencio). Plaza de las Ventas, 8 de junio. 25ª y última corrida de feria. Lleno.
Encabo lo recibió con las zapatillas asentadas, lo quitó, después, con unas ceñidísimas chicuelinas, le siguió Esplá por vistosos faroles, respondió Encabo con unas preciosas verónicas, y terminó Puerto con unas gaoneras aceleradas.
Murciano, con la mirada desafiante, pedía más guerra y galopó con alegría en el tercio de banderillas, en el que Encabo destacó con un par por los adentros.
Cuando el torero brindó al público, el entusiasmo se había apoderado de la plaza. Lo citó con la izquierda desde el centro del ruedo y el toro acudió raudo a la muleta. Encabo aguantó estoico, y la tanda no resultó limpia, pero sí emocionantísima. Tomó la derecha y los pases fueron largos, profundos, ligados, los cerró con un precioso cambio de manos y el toro fue largo, largo... Murciano se lo quería comer por el lado izquierdo y lo desbordó. Volvió a la derecha y brilló de nuevo el toreo en redondo. Cuando montó la espada quedaba la impresión de que el pitón izquierdo portaba varios cortijos. La estocada cayó muy trasera y la apoteosis soñada se redujo a una oreja.
¿Se afligió Encabo? ¿No pudo? Era mucho toro, es verdad.
Quede constancia, sin embargo, de que el joven torero salió a por todas desde el inicio. Participó en todos los quites y capoteó con variedad, profundidad y garbo. Eficaz con las banderillas, destacó en dos pares por los adentros en cada uno de sus toros. Pero... Murciano alcanzó la gloria y él se quedó a las puertas.Con el sexto, gazapón y soso, lo intentó sin conseguir lucimiento.
No hay que olvidar a Esplá, torero y maestro con capote, garapullos y muleta, aunque por debajo de su primer toro, ante el que tardó una inmensidad en torearlo con la zurda en naturales largos. El cuarto era áspero y deslucido y porfió sin gran convicción.
Puerto fue un convidado de piedra que pechó con el peor lote, aunque él prefirió no exponer demasiado y se inclinó por el toreo moderno, perfilero y vulgar. Se mostró espeso y con las ideas poco claras.
Una corrida, en fin, por encima de los toreros, de juego variado, menos brava de lo que quiso ver la mayoría, pero interesante y emocionante de principio a fin. Y un toro, Murciano, para los anales de la bravura. Fin.
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