_
_
_
_
_
Crónica:Mundial 2002 | Grupo C
Crónica
Texto informativo con interpretación

Brasil resuelve de mala manera

Un equipo de estrellas desordenadas sólo pudo derrotar a Turquía con un penalti inexistente

José Sámano

Como diría un castizo: de penalti injusto y en el último minuto. Pero en estos tiempos hasta Brasil gana de esta manera, con un golpe de fortuna, un error del árbitro surcoreano al que la FIFA dejó ver tan de cerca a los ilustres brasileños que le faltó vista para percatarse de que el agarrón de Ozalay a Luizao empezó y terminó fuera del área. Un golpe mortal para los turcos, que habían aguantado con gallardía ante la exquisita nómina canarinha. Justo lo que distinguió a Brasil, que hizo más que su rival, pero fue cualquier cosa menos un equipo. Ayer al menos, Scolari tiró por la calle del medio e hizo desfilar a todos sus modelos. Cada uno a su aire, sin orden ni concierto. Los buenos jugadores nunca están de más, pero al libre espíritu de Brasil le faltó una mayor disposición coral, un atributo también necesario en el fútbol.

Más información
El benjamín de la 'triple R'
Cafú dirige un arrollador Brasil
Estadistadio:: Brasil 2 - Turquía 1

La puesta en escena de Brasil recordó en parte al equipo que enamoró en España 82. Con tres defensas, un centrocampista con el buzo (Gilberto Silva) y el resto al ataque, porque ni Cafú ni Roberto Carlos (secuelas de Leandro y Junior) son capaces de contenerse. Así, como si fuera la caballería a golpe de corneta, los de Scolari se lanzaron sin freno. Sin embargo, a diferencia de sus predecesores, cada uno jugó en su propio tablero. Ronaldo, a lo suyo; Rivaldo, a lo suyo; Ronaldinho, a lo suyo. Juni-nho, de eslalon en eslalon. Lo mismo que Cafú y, por supuesto, que Roberto Carlos. Nadie se asociaba con nadie. Ni una pared, dos toques para distraer, una pausa para pensar... Todos, a la carrera. Y, a cada asalto, respondía con agallas un turco, siempre solidario con el compañero más exigido.

Los turcos incluso dieron el primer aviso, en un desvío de Gilberto Silva que rebotó en el larguero. Hasta entonces, poco o nada había hecho la tropa de asalto de Scolari, empecinada en localizar a Ronaldo, siempre de espaldas, jamás al hueco como tanto le gustaba al interista. Al menos en otros tiempos, en sus mejores tiempos.

Precisamente una de las pocas veces que recibió un servicio adecuado, su acelerón derivó en un remate de cabeza de Rivaldo que detuvo Rustu. Una jugada que despertó a Brasil. Y al meta turco, que rebañó consecutivamente un remate fácil de Ronaldinho y un trallazo de Rivaldo. Pero, cuando parecía que la selección de Scolari había cambiado de marcha, apareció Basturk, un turco nacido en Alemania y con alma de brasileño. Lo dejó claro al borde del descanso, cuando se inventó un pase extraordinario para Sas, que reventó la pelota contra la red ante el flequillo del portero brasileño.

Turquía, que no acudía a un Mundial desde que en 1954 un bambino le hiciera de niño de San Idelfonso y eliminara a España por sorteo, se vio en la gloria. Hasta que la ducha espabiló a Ronaldo, que nada más comenzar el segundo tiempo cerró un servicio de Rivaldo. Uno y otro cazaron poco después dos buenos remates, ambos otra vez frustrados por Rustu. Ahí se acabó Brasil. Scolari hizo girar la noria y despidió al desafortunado Ronaldinho y al extenuado Ronaldo. Al primero le relevó Denilson, que armó unos cuantos líos en la defensa turca, pero sin grandes resultados.

Turquía tiraba confetis con el empate. Todo a su antojo, con Brasil cada vez más espeso. Hasta que Rustu cometió su único error. Un horrible despeje con el pie le cayó a Luizao. El ex deportivista se lanzó a la carrera y Ozalan le sujetó de la camiseta. El árbitro, Kim Young Joo, le entregó la pelota a Rivaldo en el punto de penalti.

Aturdidos, los turcos, que ya estaban con diez por la expulsión de Ozalan, acabaron con nueve por un balonazo contra Rivaldo que éste, que perdía el tiempo para lanzar un córner, exageró haciendo creer al colegiado que la pelota le había golpeado en la cara. Y... así acabó Brasil: mareando el reloj frente a nueve turcos. Ahora necesitará medir adecuadamente el tiempo para proteger el mejor museo de estrellas. Si no lo hace, quedará supeditado a la inspiración de éstas. Es más que suficiente para asustar a cualquiera, desde luego.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_