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Columna
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Un cuento

Tal como ocurre en las películas infantiles, el argumento consiste en la existencia de un tipo malvado que desaparece o aparece imprevisiblemente para matar o comerse a los buenos. La tensión es permanente y el espectador sólo logra respirar a fondo cuando el héroe, tras una liza heroica, acorrala y abate a la fiera. Con ello se restablece la paz y la felicidad regresa al corazón de los hogares. Pero, en tanto el desenlace no tiene lugar, ¿cómo aliviar la desazón de las conciencias?

Que la vida doméstica, las inversiones en Wall Street, la compra de ropa Donna Karan, siga arrojando cifras bajas se corresponde, en Estados Unidos, con la zozobra de una comunidad obsesionada por el inminente regreso del demonio. Esa sociedad no puede tirar de la economía mundial porque bastante tiene con tirar de su ánimo. Bin Laden, además, ha vuelto. Lo que parecía alejarse en el tiempo se refuerza con la exhibición de un vídeo con el diablo hablante, deteriorado por el veneno de su propia composición física y ¿quién sabe si, de esta manera, más emponzoñado? Paralelamente, los servicios de inteligencia norteamericanos parecen escasamente inteligentes. Ni fueron capaces de proteger al país el 11 de septiembre ni, a estas alturas, se encuentran mejor orientados. La situación es la idónea para el pánico perfecto. La amenaza se agranda con las noticias que llegan, pero nadie sabe, incluida la CIA, el Echelon, la NSA y todo eso, por dónde sobrevendrá la hecatombe. Incluso han pensado en que el objetivo más probable sería la estatua de la Libertad, como en los comics.

El desconcierto es tal, que en adelante se ha decidido hacer públicas todas las sospechas no importa si el exceso de información negativa acabe con la salud de la población o se generen estampidas. Peor sería morir como tontos que morir avisados, piensan las autoridades. Por lo menos el servicio de espionaje demuestra su quehacer y, además, el mundo, todo el mundo, comprenderá la suma gravedad de un cuento infantil. Hay un ogro, un malvado que quiere matarnos. ¿Cómo no hablar de un eje del mal, de cruzadas, de un Bush frente a Satán? ¿Cómo será posible entonces que los europeos, tratándose de una historia tan sencilla, continúen sin entender nada?

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