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Crítica:VINICIUS CANTUÁRIA | CANCIÓN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La chica de Brooklyn

Empezaron con un ritmo del noreste de Brasil pasado por el sur de Manhattan. Algo así como Los Cubanos Postizos de su amigo Marc Ribot, pero en versión Los Brasileños Fingidos, porque tanto Socolow como Leonhart nacieron al norte del Río Grande. En seguida sonó una bossa derivada sin mayores problemas por Cantuária hacia el funk, con una trompeta a medio camino entre Miles Davis y Chet Baker.

Con Vinicius Cantuária el símbolo de la bossa nova sería más una chica de Brooklyn con piercing labial y pelo de colores, dirigiéndose por la noche a algún club para escuchar música de vanguardia, que aquella muchacha que caminaba indolente por Ipanema hacia la playa bajo el sol. Así al menos se muestra esa bossa nova contemporánea en una espléndida Ela é carioca, del maestro Jobim.

Vinicius Cantuária

V. Cantuária (voz y guitarra), Paulo Braga (batería y percusión), P. Socolow (bajo) y Michael Leonhart (trompeta). Sala Arena. Madrid, 8 de mayo.

El delicado trabajo sobre texturas sonoras y los timbres sedosos de su último disco se resuelven en directo con la contundencia de la guitarra eléctrica y el nervio de las improvisaciones. Acordes secos, y rasgueos aéreos y medidos, de quien tiene al instrumento de seis cuerdas como base y lo usa para hacer una lectura tan tierna como rupturista del viejo Barquito, de Menescal o para recordar al infravalorado Jorge Ben (Mais que nada). No están en escena ni Bill Frisell, ni Brad Mehldau, ni Marc Johnson, ni Joey Baron, ni por supuesto David Byrne o Caetano Veloso, que sí en cambio se dejan oír en su grabación más reciente.

Una alambicada introducción lleva hasta el canto de Odara, composición de Caetano Veloso que los cuatro músicos estiran y desnudan sin pudor sobre la percusión del enciclopédico Paulo Braga. Con Veloso tocó la batería ocho años Cantuária y para él compuso la deliciosa Lua e estrela, que reservó para el último de los bises.

Hubo canciones de los tres discos que ha publicado lejos de Brasil, Sol na cara (1996), Tucumã (1999) y Vinicius (2001). Canciones con la clase armónica y melódica de Sem pisar no chão. Cantuária asegura que no hace world music ni mandangas por el estilo. Él se contenta con lo que llama 'música local' que, visto lo visto, viene a ser música auténticamente universal.

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