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Contra el pasado

Fue hace un par de semanas, en el selecto y connotado marco del Círculo Ecuestre de Barcelona, ante una escogida concurrencia de empresarios y próceres. Allí, el más flamante cachorro de la derecha autóctona -sector pijo-, el ex fontanero de La Moncloa y hoy secretario de Relaciones Internacionales del Partido Popular español, el señor Jorge o Jordi Moragas, dio sus primeras dentelladas públicas; y lo hizo sin remilgos ni falsas modestias, directo a la yugular de su presa: si queremos asegurar la prosperidad de Cataluña en el siglo XXI -explicó- hay que 'hablar menos de nación y más de gestión'. Después remachó el mensaje: el nacionalismo catalán -dijo- debe 'rectificar' sus tesis hacia 'un catalanismo más pragmático y menos obsesionado con el pasado' (el subrayado es mío).

Entusiasmándome estaba ante tan sugestiva propuesta, y me complacía en comprobar que, de la vieja letra de La Internacional, nuestros jóvenes felinos derechistas sólo conocen ya un verso -aquel que reza 'Del pasado hay que hacer astillas...', ¿recuerdan?-, cuando quiso el azar que cayese en mis manos, publicado a doble página por la mayor parte de los periódicos, el Programa general para el verano de 2002 de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, la más oficialista y gubernamental de su especie, el buque insignia de las universidades estivales que funcionan en este país. Mi curiosidad -cosas del oficio- se vio atraída por los contenidos de historia de España, y pronto tuve localizados los cinco cursos magistrales que se consagrarán a esta materia. ¿Me permiten analizarlos con algún detenimiento?

Figura en primer lugar el titulado Hernán Cortés y los orígenes del Imperio español, a cargo del veterano hispanista inglés Hugh Thomas, aquel a quien la señora Thatcher ennobleció como premio a su apoyo político. Hallamos también Alfonso XIII: un rey y un reinado, que impartirá el académico Carlos Seco Serrano. A mediados de agosto Fernando García de Cortázar -tan prolífico autor de best sellers como bizarro paladín del españolismo historiográfico- va a desarrollar el curso Historia de España: de Atapuerca al euro. Imagen y palabra de España; es de esperar que, como en su libro homónimo recientemente publicado, desarrolle esa concepción telúrica, inmanente, creacionista de España según la cual no ya Viriato, Indíbil y Argantonio, sino incluso los homínidos de Atapuerca eran españoles, aunque ellos, los pobres, todavía no lo supieran.

Después de García de Cortázar, comparecerá en las aulas del palacio de la Magdalena nada menos que Edurne Uriarte, heroína universitaria del españolismo en Euskadi, articulista de ABC y catedrática expoliada, para disertar sobre España: nación, patria o estado. Y cerrarán la marcha el medievalista Julio Valdeón Baruque y el contemporaneísta Antonio Morales Moya con el curso titulado Idea y realidad de España en la historia.

En resumen: Hernán Cortés, Alfonso XIII y España, España, España; la imagen, la idea, la patria, la nación, la palabra, la realidad... de España, sin resquicio alguno para una visión distinta, plural, crítica, heterodoxa, periférica. Es la apoteosis desacomplejada, casi impúdica, del pensamiento único sobre el pasado colectivo de los españoles, al que la Universidad Menéndez Pelayo ofrece un escaparate prestigioso y un barniz añadido de respetabilidad académica. ¿Coincidencia? No, no es una coincidencia tal acumulación en Santander, durante los próximos julio y agosto, de discursos esencialistas y arrobados acerca de una España eterna, atemporal, metahistórica; es un síntoma más del rearme que el aznarato viene propiciando en todos los ámbitos.

Con este paisaje de fondo, enternece leer ciertas denuncias contra el supuesto cultivo, en Cataluña, de una memoria histórica unilateral, oficialista, sesgada y propagandística. Sí, seguro que pueden hallarse ejemplos, como en cualquier otro país del mundo, pero les aseguro que hoy sería imposible reclutar en las universidades catalanas a profesionales dispuestos a impartir cursos veraniegos que se titulasen, pongo por caso, Roger de Flor y los orígenes del imperio catalán mediterráneo, o bien Jaime I: un rey y un reinado, o Historia de Cataluña: de Taltavull al euro, o Idea y realidad de Cataluña en la historia. Los historiadores de este país todavía tenemos sentido del ridículo, o quizá demasiados complejos, y además la intendencia tampoco estimula los arrebatos épicos: compárense, por ejemplo, los presupuestos de la Universitat Catalana d'Estiu y los de la Menéndez Pelayo, y se entenderá mejor a qué me refiero.

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De modo que, cuando aparece el joven Moragas y nos propone 'hablar menos de nación', yo digo: ¡trato hecho! Pero dejemos de hablar de todas las naciones, no sólo de una. Y cuando sugiere que nos obsesionemos menos con el pasado, le respondo: ¡fuera obsesiones! Pero todas; a paseo los almogávares y los conquistadores, Jaime I y Carlos III, el Once de Septiembre y el Dos de Mayo.

Por cierto que, mientras Moragas impartía sus lecciones en Barcelona, el patio se le alborotaba en Madrid y el díscolo ABC dedicaba una deliciosa tercera, el día de la efeméride, a glosar 'aquel Dos de Mayo' de 1808 que 'significa para nosotros, exactamente, la defensa de la españolidad', y al mismo tiempo el inicio, 'en Madrid, de una guerra de liberación de Europa'. Y bien, ¿qué piensa hacer el joven dirigente del PP? ¿Amonestará públicamente al veterano diario monárquico? ¿Le dará una charla como la del Ecuestre? ¿O acaso opina que ensalzar el Dos de Mayo en los términos más tópicos y patrioteros, que eso no es obsesionarse con el pasado ni abusar del concepto de nación?

Joan B. Culla i Clarà es historiador.

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