'Estoy aprendiendo a mostrar la ternura sin camuflaje'
Andrés Neuman es un inquieto escritor de muchos instrumentos. Toca Neuman la novela (acaba de publicar La vida en las ventanas, finalista del premio Primavera de Espasa Calpe), la poesía (en breve aparecerá El tobogán, avalado por otro galardón, el Hiperión); tañe también Neuman el relato breve y percute, en fin, pero muy suave y todavía en secreto, el teatro. Neuman, nacido hace 25 años en Argentina pero granadino de residencia desde hace 11, cuenta con una vasta obra si se tiene en cuenta, además de la edad, su gusto por corregir y reescribir.
'Me gustan los escritores sinceros que reconocen que no saben a dónde van. Tienen una idea que es un andamio pero al retirarlo descubren otras cosas'. Neuman empleó cinco años en acabar El tobogán. 'El libro encontró su forma después de dos fracasos. En un momento dado me di cuenta de que era dos libros. Tiré uno de ellos y a partir del otro empecé el definitivo. Durante ese tiempo cambió de color y de título', confiesa.
La vida en las ventanas, por su lado, necesito cinco revisiones. ¿En qué se transformarán las ideas con las que ahora trabaja? 'Trabajo en dos proyectos simultáneos desde hace un tiempo. Preparo un nuevo volumen de cuentos que posiblemente se titule Los desnudos. Son unos cuentos muy parabólicos, es decir, que contienen parábolas, y en ellos trato de eliminar de mi estilo todos los adornos, ser más sobrio, aunque debo tener cuidado porque me gusta la prosa lírica'.
El otro libro en ciernes es de poesía. 'No tengo claro el título pero el contenido es más reflexivo. Si no fuera obsceno por mi edad diría que tengo la sensación de que me vuelvo viejo. Son poemas muy meditativos, donde la emoción es más desinhibida. En poesía estoy aprendiendo a mostrar la ternura sin camuflaje de retórica. Noto que los poemas sirven para pensar', reflexiona.
Siendo un escritor de tantos instrumentos ¿sabe cuándo la melodía corresponde a uno y no a otro? 'Tengo claro cuándo voy a escribir un cuento o un poema. Me ha ocurrido, sin embargo, basarme en un cuento para escribir un poema o al contrario. En La vida en las ventanas hay un capítulo [el que ocupa la página 43] que en realidad era un poema que como tal no me convencía y lo introduje como parte del relato', explica.
Dicho capítulo es un e-mail, un mensaje sin título que aparece en la computadora remitido por el Diablo. El protagonista duda qué hacer con él pero al final lo borra, abandona la red y cierra todas las ventanas.
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