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Columna
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Al alcalde difunto

No te acompañaron las voces de Silvio Rodríguez ni de John Lennon, como tú querías, ni se estremeció el templo, con la Internacional: no llegarás a la tierra de promisión a grupas del unicornio azul, imaginando un mundo solidario y tolerante, pero, ¿de dónde tanta ranciedad tridentina y tanto floripondio?. El cronista asegura que no recibirás este mensaje. Porque el cronista no cree, aunque acredite su respeto por las creencias. Pero sí escribe a José Luis Lassaletta, Pepe o Lassa, según, para que lo lean los tuyos, y tus amigos y tus enemigos, que aunque persona recatada, ese lujo te lo permiten tu bonhomía y tu honradez: condiciones que dan dentera y provocan un enanismo tan ostensible, que apañados van.

El cronista evoca los recuerdos en sepia: la ciudad provinciana de posguerra, los aleros del modernismo, las galerías del miedo en los refugios, los juegos por la Montanyeta que certificaban una adolescencia nativa de golfos de bien y fumadores de anís. Y, con los años, la ciudad asomó la patita por la autarquía franquista, y lo que se coló: Beatles, CCOO, Planes de Desarrollo, escándalo Matesa, barrios periféricos de inmigrantes y conspiración judeomasónica. Luego murió el general y regresó la libertad. Y un día, Alicante se caló de júbilo: el 19 de abril de 1979, saliste elegido primer alcalde de la democracia. Y lo fuiste hasta 1991, cuando tu partido, el partido socialista, te dio el pase, a cambio de otros cargos que tú rechazaste: La alcaldía o la vida, dijiste, porque eras tozudo y algo mandón. Pero llevabas un modelo de ciudad, en la cabeza, y le echabas pasión y una capacidad de trabajo impresionante. Y abriste la Casa de la Ciudad, porque el ayuntamiento éramos todos. De ahí, saldría un PGOU para el siglo XXI, que ahora están desguazando.

El cronista no tiene empacho en confesar vuestro cariño y vuestras discrepancias y diferencias ideológicas, y hasta vuestros enfrentamientos. Y también vuestras conversaciones. A veces, le pedías opiniones al cronista y viceversa. Por eso el cronista quisiera dártelas ahora: Mira, la izquierda, después de que el PC se lamiera la nostalgia, bajo la sombra de un almendro; y los socialistas hicieran del poder una ruleta rusa y pasaran a una oposición patética y pedigüeña; después de que CC.OO y UGT, se encandilaran con el gobierno del PP, hasta el punto de que el cronista no reconocía dirigentes obreros, sino ejecutivos y asesores, que no parecían saber de clases y menos de luchas de clases, como si tuvieran miedo de ofender a los neoliberales del melindre, y hacían la vista gorda cuando el capital compraba, en un mismo y mísero paquete, la fuerza de trabajo y la conciencia de clase, el cronista percibe unos leves síntomas de vida original. El primero de mayo, y tú lo viste, se izaron de nuevo principios y derechos, y se habló en voz alta. Y hasta los partidos se están desperezando. Los partidos de izquierda, claro. De la derecha, ¿que voy a contarte, alcalde? Hace lo único que sabe: explotar. Y lo hace con soltura que es lo suyo. Ah, quiero decirte que he puesto en la cadena musical Imagine y luego, El unicornio azul. Después, con unos amigos, con mucho amigos, cantaremos la Internacional.

El cronista piensa que te lo debemos, que nos lo debemos. Y mucho más.

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