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LA CRÓNICA
Columna
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Zaplana le echa los tejos a Elche

Elche es la espina electoral del PP valenciano. Desde el advenimiento de la democracia todos los comicios municipales se han resuelto a favor de la izquierda, o lo que por tal entendemos. El PSOE por sí solo o con la contribución de EU ha hegemonizado la corporación ilicitana, con la agravante de que el panorama no tiene visos de cambio. Esta plaza fuerte del socialismo, que ya lo fue republicana en sus días, recupera y prolonga una fidelidad que al mogollón conservador indígena le resulta cómoda y en todo caso tolerable. Prueba de ello es que todavía no han encontrado el líder ni el programa capaz de modificar la relación de fuerzas y desalojar a sus adversarios.

No ha de sorprendernos que el presidente Eduardo Zaplana, en lo que cada día parece más su año de los adioses, haya emprendido la conquista de la ciudad de las palmeras, el último bastión importante que se le resiste, y sabido es que al Molt Honorable no se le resiste definitivamente nada desde que gobierna la Generalitat. A tal fin, esta semana ha reunido al Consell en la fortaleza árabe de La Calahorra, que por fin a encontrado un destino después de haberse pagado por ella un precio pródigo a sus titulares. El episodio -la sesión del ejecutivo y la histórica sede- no pueden ocultar el simbolismo que conllevan. No llega a ser la toma de la Bastilla, pero es mucho más que una cabeza de puente en predio político ajeno desde la que repartir mercedes y edulcorar al vecindario.

Y mercedes no han faltado. Por lo pronto se ha decidido establecer una Subdelegación del Gobierno autonómico en el mentado alcázar, una vez se haya acondicionado para tal propósito. Las ventajas son obvias. Se rehabilitará esa joya patrimonial y aumentará la nómina de funcionarios. De su eficacia ya hablaremos cuando llegue a Ramos de bendecir, pues antes habrá que dilucidar qué criterios se siguen para otorgar o negar estas concesiones a otros municipios que los insten. El precedente se nos antoja tan arriesgado como frívolo si lo juzgamos al margen de esta enérgica operación envolvente y seductora que ha emprendido el PP.

Y no para ahí el cuerno promisorio de la abundancia. Elche tendrá por fin un hospital, sólo que no será el que se viene implorando a tenor de su baja -incluso discriminante- dotación de camas. Al parecer será la mitad de lo esperado y, para mayor desconcierto, se instalará en un lugar indeterminado entre Santa Pola, Elche y Torrevieja, lo que bien podría ser Dolores, Almoradí u otra población de la Vega Baja. Se comprende que los ilicitanos, en su perplejidad, sospechen que se ha producido una confusión o, simplemente, que se les toma el pelo. El alcalde, Diego Maciá, ha sido muy explícito: 'Es un disparate que el enfermo haya de desplazarse 40 kilómetros para ser atendido'. Pues eso.

Y más. Entre otras, que comportarán sustanciosas inversiones, El Palmeral será declarado parque natural, lo que ha disparado todas las alarmas de las autoridades locales, temerosas de perder sus competencias en este capítulo. Aquí tiene uno la impresión de que el prejuicio y el instinto posesivo localista se ha sobrepuesto al interés general, que ha de inclinarse por la mejor tutela y amparo económico. Una discrepancia que posiblemente habría podido evitarse mediante el diálogo previo, pero se ha procedido manu militari frente a una corporación susceptible y encrespada por este desembarco que -digámoslo también- apenas ha observado las mínimas cortesías para con sus anfitriones. Pero esto es la guerra anticipada -electoral, por supuesto- y no caben galanuras.

Más galano fue el presidente Zaplana con el Club Rotary y el Foro Empresarial de Elche -selecto cogollo de una decena de patronos- con los que se reunió sucesivamente y con quienes se explayó sin demasiadas cautelas. Al fin y al cabo son su clientela natural. No nos constan los asuntos abordados, 'sobre los que se peroró a calzón bajado', al decir de un testigo, pero puede pensarse que se debatiese el pertinaz desencuentro entre los munícipes ilicitanos y la Generalitat, no obstante el distinto signo partidario de ambas instancias, y, asimismo, la crisis crónica de los populares en esa ciudad. Pero ésta es una quiebra que solo se enmienda con el ungüento del poder. Y eso lo tienen tan verde que explica esta embajada del más alto nivel y sus esplendideces.

UF, QUÉ MIEDO

Al Grupo Socialista en las Cortes Valencianas le sobra energía para atender las elecciones primarias de su partido y los trabajos parlamentarios. Su última propuesta en la Cámara, la creación de un Consejo Superior del Audiovisual que, de no explicarlo con precisión, destila un tufo censor que espanta. Seguro que han previsto las garantías debidas para que el espantajo de las imponentes sanciones económicas que se anuncian no coarte la libertad de expresión, cada día más ahormada. Aunque en esta parcela hay precedentes normativos, entendemos que la mejor norma es ninguna. Basta con los códigos vigentes. Piénsenselo y no asusten. O explíquense con todo detalle.

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