Los botes de patatas triunfan como antenas de las conexiones sin hilos
Dos portátiles se comunican a 9 kilómetros de distancia
La red está en el aire puede ser el próximo lema para las comunidades conectadas que están surgiendo por las ciudades españolas. En Guadalajara tienen los dos primeros nodos de su red ciudadana, a la que llaman Guadawireless. Uno está en casa de Andrés Seco; el otro, a poca distancia, en la de José Luis Ranz, dos jóvenes administradores de sistemas y linuxeros.
A pie de calle, Ranz sujeta un portátil y Seco sostiene una antenita, mientras se inclinan sobre la pantalla que indica la tasa de transferencia con el ordenador situado en casa de seco. La tecnología germen de estas comunidades es un sistema inalámbrico de transmisión de datos llamado 802.11b, conocido como wi-fi (wireless fidelity). Una sencilla tarjeta de red para el portátil (que puede costar unas 30.000 pesetas) basta para comunicarse con otra máquina. Su cobertura es de unos 300 metros en espacios diáfanos (trabajan en la frecuencia libre de 2,4GHz).
Cuando los ordenadores se encuentran en edificios distantes hay que recurrir a pequeñas antenas para aumentar la cobertura. Andrés ha diseñado algún modelo casero, pero el tipo Pringles ha causado furor. Lo ha fabricado con unos botes cilíndricos de patatas fritas (Pringles), aunque aclara que el diseño es de Rob Flickenger, que lo publicó en O'Reilly Network.
Dos portátiles, con visibilidad entre ambos, se comunicaron a 8,9 kilómetros de distancia. Los datos volaban a 5,5 Megabits -por encima de lo que ofrece una línea ADSL-. Los botes de patatas transmitían 'mejor que una antena comercial', cuenta Seco. 'Lo más difícil de las antenas artesanales es dar con el bote adecuado'.
El de patatas es especialmente bueno porque está recubierto sólo por una fina capa de metal. La película permite que se genere, en un punto preciso del bote (que depende de su diámetro), una onda estacionaria que se recoge por medio de un colector -un cable que, propiamente, constituye la antena-. El bote realiza una función similar a la parábola de una antena.
'Hay gente que sólo se mueve por dinero y gente que prefiere perder el tiempo en estas cosas', se justifica Seco. Aunque no se reconozcan como tales, el perfil de la pareja coincide de lleno con el del hacker (en el sentido original del término), tipos apasionados por la informática, la redes, Internet... y que echan el tiempo en estos asuntos por puro gusto.
'No sabemos en qué puede desembocar esto', afirma Andrés, quien imagina con cierto escepticismo un panorama de vecinos hermanados por sus conexiones electrónicas y una red que cubra todo el país, saltando de una ciudad a otra.
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