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Enseñar

Para suerte de ricos y pobres, hubo un tiempo en que el seminario de Vic fue la mejor escuela para quienes preferían las letras a las ciencias, sin reparar en si querían ser curas, periodistas o payeses: sólo hombres de bien, como decían nuestros padres. No había distinción entre clases ni cursos, sino que a todos nos criaron por igual, así que, aun siendo diferentes, salimos clónicos. Tenemos una misma manera de ver las cosas porque sólo nos enseñaban, que no es lo mismo que adiestrar. Puesto que sabían, y mucho, nos enseñaron a leer, a escribir, a hablar y a escuchar en latín, en griego, en francés, en castellano y en catalán, y si era menester, en chino, como cuando Segimon se quitaba las gafas, arqueaba sus pobladas cejas y te decía: 'Noi, estem o no'. Lúcido y riguroso, nos enseñó a tener criterio, al tiempo que Subi [Subirana, el prefecto] nos resguardaba de la familia. Uno se fue ayer y el otro hace poco. Nos han dejado más solos que la una.

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