Replicar las ciudades
La fotografía de Vincenzo Castella (Nápoles, Italia, 1952) aborda de forma casi monotemática, desde comienzos de los ochenta, el más puro estilo de esa tendencia -tan arraigada en esa década-, cuyos argumentos parten de una crítica radical de la ciudad moderna, de la evolución de los paisajes urbanos (concretamente en esta muestra son de ciudades europeas) en los que la pérdida de la memoria histórica y de identidad subrayan el monopolio irracional de las nuevas construcciones 'concebidas según el modelo de los medios de comunicación (telemática, transportes impersonales, etcétera) que, en buena medida, determinaron tanto la desaparición de lo privado (la casa tradicional) como de lo público (la plaza, la calle, el barrio...)', tal como escribe Guy Tortosa. También, se manifiesta como una actitud de rebeldía opuesta a los órdenes formales establecidos e incorporados por el medio hasta la fecha; lo hace desde una doble vertiente. Por un lado frente al orden clásico, inmemorial, como explicaba S. Roumette al respecto: que es el de los paisajes intactos, el de las capillas romanas y los verdes prados, el que refleja la fotografía franciscana de Pierre de Fenoyl, por ejemplo; por otro, ante el orden moderno incorporado por los fotógrafos a los grandes trabajos de esta especialidad a raíz de la peculiar visión de Rodtchenko. A su vez, esta suerte de registros transmiten la sensación de lo inacabado, porque ciertamente están entre el antiguo estado de las cosas y el venidero, 'entre el pasado del paisaje y el futuro de ese lugar'.
VINCENZO CASTELLA
Fotografía Galería Fúcares Conde de Xiquena, 12, 1º Madrid Hasta el 13 de abril
A Castella se le ha identificado como un fabricante de 'alias' que, usando la perfección de lo digital y los recursos de los grandes formatos, ha sabido instrumentalizar las virtudes de ambos para la obtención de una serie de réplicas minimalistas de las ciudades y los paisajes posindustriales (las copias de esta muestra no son de un formato desorbitado: Cibachromes de 91×115 centímetros sobre metacrilato valoradas en 6.000 dólares con una tirada de 5 y las de menor tamaño cuestan 3.000 dólares con una tirada de 3. Lo cierto es que este autor hace un tratamiento constante del color que le singulariza por la uniformidad de los tonos (a los que añade una especie de veladura propia de otra época) que establecen un cierto distanciamiento de la realidad; no en vano ha investigado, desde que se dedicó a hacer este tipo de imágenes, las relaciones existentes entre el mundo real y el terreno de la imaginación. Cada una de las fotos expuestas, como ocurre con la totalidad de su obra, evidencian determinados tics de sus comienzos a mediados de los setenta (Geografía privada, interiores domésticos, realizados con un cuidadoso cromatismo) que dejaban ver, desde entonces, 'trazos del nuevo colorismo italiano' (participó, en 1982, en la exposición La nuova fotografia italiana a colori, en el Mälmo Konstmuseum, Suecia).
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