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Columna
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Quedémonos tal como estamos

El secretario general del PSPV, Joan Ignasi Pla, ha declarado que su partido no quiere una alternativa a su propia gestión y candidatura a la Generalitat. Nada más cierto. No la quiere ni la espera. La verdad es que los socialistas valencianos, como el tullido de Lourdes, aspiran a quedarse como están y que la naturaleza, con el tiempo coadyuvando, labren el futuro sin más broncas y conflictos. Tanto es así que ni siquiera el quite de un tipo tan cualificado como Ciprià Ciscar es recibido como una posibilidad de cambio o de sacudida de la resignación que cunde en el colectivo que, a pesar de los pesares, sigue siendo la opción mejor calificada y que, sin embargo, algunos ni siquiera veremos gobernar de nuevo. Así de verde está.

No hay alternativa porque tampoco hay más cera que la que arde y habría que hacernos cruces para que no se apagase. Queremos decir que, dada la precariedad y fragilidad del actual líder -decimos de Pla- lo más recomendable es no ponerle piedras en su camino y dejar que se ilusione pensando que es un dirigente con mimbres bastantes para culminar la travesía del desierto. Al fin y al cabo, individuos menos dotados, y sin duda menos pugnaces y temerarios, han intitulado ministerios y consejerías sin grave menoscabo de los intereses generales. En realidad, a bienaventurados como Pla, guardianes de la continuidad, hay que agradecerles su espíritu de sacrificio asumido por mor de una expectativa de destino imposible.

Que nadie deduzca de estas líneas la menor intención predadora del citado dirigente. Todo lo contrario. Si ciertamente no da la talla como antagonista del cartel popular -lo que no está al alcance de ninguno de sus correligionarios-, tampoco se le puede negar el mérito de haberse fajado con un legado poblado de fantasmas anacrónicos, llámense lermistas o ciscaristas, a quienes en buena arte hay que imputarles los quebrantos que lastran todavía al partido. Se necesitaba valor o inconsciencia para vérselas con estos muertos insepultos y, a su pesar, patéticos, que pretenden seguir mandando después de enterrados en la memoria del electorado y de la nueva militancia.

Reconocido el arrojo de haberse puesto al frente de un partido en descomposición y en plena diáspora -ni la mitad quedaron a la hora de pasar por caja-, ¿qué demonios ha aportado al mensaje socialista este alevín de líder? ¿Qué actitud o actuación ha galvanizado -año y medio después de su elección para el cargo- a la mies y simpatizantes del PSPV? Nada de nada. Pla habla a menudo de representar una nueva forma de hacer política con respecto al PP, lo que no deja de ser una grandilocuencia sin refrendo ni referente. No ha habido, en puridad, ideas novedosas ni talantes distintos a los consabidos. Con un adarme de crueldad diríase que la política del PSPV es la de algunos periódicos y comentaristas 24 horas después de publicada.

Pero, velis nolis, quieras o no quieras, éste es el hombre llamado a pasar el tramo larguísimo que queda de desierto. Si el partido, como dice, no quiere una alternativa es porque no la hay, y lo sabe. El mismo Ciprià Ciscar frustró la oportunidad, si la hubo, y sembró el resentimiento y la desconfianza. El corolario es ese: ni redentores, ni prodigios. Paciencia.

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