Al Rayo se le anula la suerte

Etxeberria; Ferrón, Corino, De Quintana, Graff; Peragón, Quevedo, Pablo Sanz (Vivar Dorado, m. 81), Michel; Glaucio y Bolic (Bolo, m. 75). Etxeberria; Ferrón, Corino, De Quintana, Graff; Peragón, Quevedo, Pablo Sanz (Vivar Dorado, m. 81), Michel; Glaucio y Bolic (Bolo, m. 75).No basta con el equilibrio, con el orden táctico perfecto, con la obediencia a secas, para sacar a un equipo de las posiciones de descenso a Segunda. Primero, los jugadores tienen que dar algo más. Luego, el árbitro no debe anular goles lícitos. Ésa es la historia de la temporada del Rayo, que juega con orden, pero no tiene futbolistas desequilibrantes. Ayer, sin merecer la victoria, metió un tanto legal que no subió al marcador.

El Rayo está metido en el hoyo y administra su penuria con las líneas bien plantadas, yendo y viniendo, corriendo mucho y tocando más en el medio campo, bajo la mirada experta y desesperada de Quevedo; ante la curiosidad científica de su técnico, Gregorio Manzano, o la exaltación desordenada de su presidenta, Teresa Rivero, en el palco. ¿Qué más se puede hacer? No hay pánico que valga si en el césped nadie desborda, ni tira una diagonal, ni da un pase preciso al delantero.

Ayer, el Rayo debía ganar para salir del penúltimo puesto en el que comenzó la jornada. Pero falló. El Betis le dio la pelota donde quiso que la tuviera y de allí no pasó. Los verdiblancos adelantaron la línea de presión y Glaucio, el hombre más desbordante del conjunto de Vallecas, recibió fuera de su zona de peligro. Quevedo, el líder local, quedó emparedado entre Ito y Benjamín. Y Míchel, que participó mucho en el primer tiempo, tuvo pocos socios para mover la pelota con agresividad.

Ni el Betis ni el Rayo tienen grandes definidores. Por lo tanto, ayer debía imponerse el que mejor controlara el juego en el medio. Ambos juegan mucho por las bandas y se defienden con dignidad. Se agrupan bien y cumplen con los requisitos del buen orden. Digamos que sus entrenadores no se llevan las manos a la cabeza demasiado a menudo ante las decisiones de sus jugadores. Así es que, a medida que pasaban los minutos, el encuentro se tornó aburrido. Insoportable, de no ser por las intervenciones de Joaquín, el mejor sobre el campo.

Al extremo del Betis sólo le faltó meter un gol para redondear su actuación. Puso dos balones de gol muy claros, desbordó por dentro y por fuera, provocó dos faltas al borde del área, nunca perdió la pelota en empeños vanos y siempre que quiso se fue de su marcador. Ni Pablo Sanz ni Quevedo le pudieron parar. En el segundo tiempo, en un tiro libre, mandó el balón al larguero.

Tres contragolpes muy bien dirigidos por Míchel a un cuarto de hora para el final sacudieron la siesta del Betis. En el primero, Peragón tiró un centro ideal para el cabezazo. Y el hombre que apareció para tal cometido fue Glaucio, pequeño e inhábil para el salto. En el segundo intento el jugador del Rayo que recibió la pelota fue Bolo y la pegó sin apuntar. A la tercera, Míchel empujó un pase de Glaucio a la red. Pero el árbitro anuló el gol por un inexistente fuera de juego.