De bibliotecas

El artículo De librerías, de Rafael Conte, publicado en este diario el pasado domingo 24 de marzo, me ha producido una enorme pena. Pero no por la reducción de librerías de la que se lamenta y me lamento, sino por el olvido a que, una vez más, se somete al sistema bibliotecario en España como garante del acceso igualitario a la lectura, y así nos va. Una simple mención textual al artículo del señor Conte nos lo dice todo de una visión insultantemente elitista que, por desgracia, impera en este país: las librerías son 'el medio más eficaz para acceder al mundo de la cultura en general de la mejor y más libre de las maneras posibles'. Lástima que se olvide de mencionar que la libertad, en este caso, es 'previo pago', con lo que el acceso a la lectura queda limitado a aquellos que puedan permitírselo. Las librerías son pilares culturales de primer orden, pero no olvidemos que cualquier país que se interese mínimanente por la formación cultural realmente igualitaria de sus ciudadanos invierte, potencia y cuida sus bibliotecas. En España, las bibliotecas son aún la Cenicienta de la cultura. Cuando se habla de libros, nadie se acuerda de ellas, ni tan sólo existen: la difusión de la lectura parece ser sólo cosa de libreros y editores, cuyo principal objetivo, no lo olvidemos, no es el acceso de todos a la cultura, sino el legítimo negocio. Cuando ya hemos visto infinidad de reportajes periodísticos sobre el poderoso mercado editorial en España, ¿para cuándo uno sobre la realidad de las bibliotecas españolas? ¿O acaso nos hemos convencido de que aquello de la igualdad de oportunidades era pura retórica? Ahora más que nunca, ante la importante llegada de inmigrantes a nuestro país, la misión básica de las bibliotecas, según la Unesco, cobra plena vigencia: ser un instrumento al servicio de la educación, de la cultura, de la información y del ocio al alcance de todos.