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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sustancia de la memoria

¿Es posible depurar la memoria hasta extraer de ella, mediante el lenguaje, su más recóndita sustancia, su proteína? A esa pregunta intenta responder Rosa Lentini (Barcelona, 1957) en El sur hacia mí, su segundo libro de poemas -excluimos del recuento las tres plaquettes publicadas en los últimos dos años, una de las cuales, Leyendo a Alejandra Pizarnik (1999), forma parte de este poemario-. Lejos de la narratividad, ahondando en su concepción poética fuertemente condicionada por la búsqueda en el lenguaje de zonas ocultas de la realidad (muchas veces en el límite de lo irracional), Rosa Lentini nos acerca a lo que Joan Perucho, en su sintético y certero prólogo, advierte llegando 'desde el sótano o desde los sueños, por la vía nocturna o de las transgresiones, de la casa incendiada o a los lados del río'. En otras palabras: todo lo que se cuece en la memoria, todo lo que surge de lo que fue/es la vida cobra entidad cuando se recobra, aunque sea de forma fragmentaria, mediante el poema. Éste depura, libera la ganga de la esencia, nos ofrece sensaciones, colores, instantáneas, paisajes, olores, músicas ('una fotografía / que busca sus raíces') en las que respira la voluntad de eternidad propia de toda manifestación artística.

EL SUR HACIA MÍ

Rosa Lentini Prólogo de Joan Perucho Igitur. Tarragona, 2001 88 páginas. 8,41 euros

Hacer frente, en la poesía, a

ese desafío, es situar el poema en la frontera del pensamiento. Así ocurre en El sur hacia mí: Rosa Lentini evoca, sí, pero, a la vez, no puede impedir que con la evocación surja cierta conciencia de muerte, ni que se afirme la desolada certeza de que todo ejercicio de memoria nos sitúa, indefectiblemente, ante el paso del tiempo. Ello, que siempre conlleva meditación, cierta actitud reflexiva, en el caso que nos ocupa evoluciona hacia una radicalidad intimista que concibe la memoria como un territorio ajeno a todo avatar histórico: memoria íntima, pasadizo interior sin ventanas a la calle, angustia frente a la muerte aunque tamizada por la capacidad de perduración del poema. La intemporalidad que la voz lírica busca no sólo está en el destino de los versos, en el 'producto concluido', está también en su origen anecdótico: 'La tarde del afilador filtrando el brillo del acero', 'figuras adivinadas desde el seguro acantilado'. Ese rasgo aleja la lírica de la memoria de Rosa Lentini del ancho espacio de lo que convencionalmente se entiende como poesía autobiográfica. Es un mecanismo indagador en la esencia del yo y es -sobre todo en la tercera parte del libro, homenaje a Alejandra Pizarnik- un componente medular de una reflexión en la que la escritura poética es el tercer vértice del triángulo que, con ella, conforman la muerte y el paso del tiempo. Esta poesía, difícil de encuadrar en cualquiera de las tendencias o escuelas que han llenado los últimos años de nuestra lírica, tiene algún parentesco formal con las líneas menos realistas (pienso en las que conectan con el último Gamoneda, con ciertas zonas de la poesía de Pino) y nos recuerda, inevitablemente, a la poesía centroeuropea más propensa a unificar palabra, naturaleza y desolación existencial. Poesía no por cercana al ensimismamiento menos desprovista de carga emotiva. Libro que, sin duda, consolida a una poeta de rara presencia en los recuentos y antologías de los últimos años.

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