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Crítica:EL LIBRO DE LA SEMANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La duda que hace al genio

¿Qué buscan los artistas? ¿Consigue un genio dar con lo que persigue? Y de hallarlo, ¿podrá compartirlo o ese logro lo apartará de la vida junto a otras personas? El artista que enloquece encerrado en su obsesión o la incomprensión que debe afrontar quien se apasiona con la búsqueda de algo nuevo y, por tanto, todavía incomprensible (dos caras de una misma situación) es, en esencia, la historia que narra el relato de Balzac La obra maestra desconocida. Cuando dos pintores, el joven Poussin y su maestro Porbus, consiguen que el anciano Frenhofer les muestre su supuesta obra maestra, el retrato secreto en el que lleva años trabajando, éste resulta ser un amasijo de pintura: 'La tentación de lo invisible, ese lugar en donde el Arte es derrotado'.

UNA FÁBULA DEL ARTE MODERNO

Dore Ashton. Traducción de Javier García Montes Fondo de Cultura/Turner 257 páginas. 20,50 euros

La historiadora norteamericana

Dore Ashton escribió en 1980 este espléndido ensayo que ahora se traduce al castellano. A partir de la historia del mito de Frenhofer, el enloquecido pintor, Ashton compone un puzzle en el que Cézanne, en su intento por condensar en un universo pictórico la abrumadora diversidad del mundo, podría ser el mismo Frenhofer. Compartiendo esa búsqueda del abismo como camino para la creación está el ídolo de Cézanne, Delacroix, para quien no había nada más real que 'las ilusiones a las que doy forma con mi pintura'. Y, cómo no, el propio Balzac que se propuso nada menos que retratar 'la historia del corazón humano capa por capa', y para conseguirlo decidió escribir la historia de todas la situaciones de la vida, todas las fisionomías, todos los personajes, las profesiones y las esferas de la sociedad en el monumental empeño que es La comedia humana.

Ashton, además, ve en el poeta praguense Rainer Maria Rilke al joven Poussin del relato de Balzac, un genio aún sin pulir cuando llega a París para someterse a las enseñanzas de un maestro y comienza a trabajar para Rodin, el escultor: 'La palabra poeta significa literalmente hacedor: todo lo que no está bien hecho no existe'. También Picasso, para el que Cézanne y su ansia eran los únicos maestros, encuentra acomodo en la figura insatisfecha y obcecada de Frenhofer. No en vano, el malagueño ilustró el relato balzaquiano y consagró gran parte de su vida a desarrollar el tema del pintor y la modelo en busca de verdades intemporales nacidas, según Apollinaire, 'del profundo conocimiento que antiguamente la sociedad tenía de sí misma'. Para todos los artistas retratados en este libro el genio contrae la obligación de perseguir una visión personal, de hacer visible lo invisible. Ése es el misterio por el que suspiran. ¿Puede un genio elegir o ese imperativo condiciona su vida? Si Picasso se sabía genial o no, no nos incumbe ahora, pero un dato a tener en cuenta es que para realizar la última versión de Las señoritas de Avignón compró el lienzo belga más caro que existía entonces en el mercado.

Otro artista, Arnold Schoen-

berg, dedicó su vida a liberar la música de la tiranía de lo simétrico, de las repeticiones y de las melodías predecibles y banales. Quiso terminar con la tonalidad tradicional a la que los compositores recurrían 'como sonámbulos' y, con su método compositivo dodecafónico, se propuso un regreso a los orígenes, 'cuando el lenguaje estaba al servicio exclusivo de la expresión de sentimientos verdaderos'. Que nadie se confunda, Schoenberg estudió a los grandes maestros y trató de desentrañar la música 'como el que desmonta una a una las piezas de un reloj, cuidadosamente, para limpiar y volver a poner en funcionamiento el mecanismo'. La búsqueda emprendida por todos los artistas elegidos por Ashton es conmovedora, pero todos: pintores, poetas o músicos, lo hacen desde un profundo conocimiento del pasado de su disciplina y alimentados por otras experiencias artísticas. Sus obsesiones no son cegadoras sino iluminadoras. En este libro nadie cae en la tentación de creerse artista por hacer algo distinto, ya que, parece claro, en un caso así el engañado no es otro que el que pretende engañar, y el precio de tratar de engañar es el más caro: una vida desperdiciada.

Lo dijo Rilke al final de su vida: 'Lo terrible del arte es que cuanto más se avanza más fuerte es el compromiso de alcanzar los confines, lo casi imposible'. Si la belleza ciega tal vez el conocimiento haga enloquecer. Ésa es la duda, y por tanto el regalo, que transmiten las palabras y la vida de algunos grandes artistas de obra compleja. ¿Sabrán algo, habrán visto algo extraordinario o habrán sucumbido, al intentarlo, en el abismo de la locura? Naturalmente, el ensayo de Ashton no responde a esas preguntas fundamentales, pero las plantea con visión, conocimiento y perspectiva. Un libro fascinante.

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