Entre la literatura y la imagen

Las fotografías de Juan Rulfo (Acapulco, Estado de Jalisco, 1918,-Ciudad de México, 1986) desconciertan, son apuntes de un pionero del 'realismo mágico' latinoamericano. Posiblemente sean los trazos más puros de las relaciones entre literatura e imagen del pasado siglo, construidos desde la perspectiva visual de un relato que compatibiliza novela y evasión poética: imágenes poseídas de 'una maravillosa transparencia líquida' (Carlos Fuentes). Sus instantáneas funcionan por sí mismas; precisan de pocos apoyos narrativos (pero es mejor incardinarlas en un sistema: el universo escrito de Rulfo). Son pura literatura traducidas a imagen: almas gemelas que se juntan. Carlos Fuentes narró en un ensayo (1955), que su obra de referencia Pedro Páramo, estuvo gratuitamente saturada de críticas tales como que adolecía estructuralmente de una 'desordenada composición (...) falta de unidad, ausencia de un argumento central, escenas deshilvanadas, esquematismo...'. Valoraciones hechas desde la óptica fotográfica de quienes desconocían la riqueza plástica del conjunto de su producción escrita y sincronizada con una peculiar forma de mirar. Sus argumentos, textos y fotos, tomaron como punto de partida una sola fuente: 'La cercanía de Pedro Páramo, que enajenaba a la forma poética, como también a críticos y lectores acostumbrados a novelas; y lo eran porque, a la manera de Zola, describían muebles, calles, carnicerías y burdeles'. De las fotos de Rulfo, que componen esta muestra, se ha escrito que recuperan, entre otros, a los protagonistas de sus obras Pedro Páramo y El llano en llamas; lo hacen a través de planteamientos visuales protagonizados por 'imágenes de desiertos, arquitecturas, rostros y muros desnudos entre los que se dejan ver palabra e imagen, voz y acto de fotografía', solapados con un acto fotográfico, 'que corresponde al mismo impulso hacedor de la búsqueda incontenible de una misma inspiración poética' (Eduardo Rivero).

Rulfo, proveniente del mundo rural, no superó la reválida (¡) en sus elementales estudios de Preparatoria (fue Premio Nacional de Literatura en 1970 en México y Príncipe de Asturias en 1983 en España), lo que le obligó a trabajar en la Oficina de Migración y a desarrollar su más preciada facultad: escribir; después participó en guiones cinematográficos (años sesenta). Desde entonces, apostó por la fotografía. Al respecto, Erika Billeter escribió que entre Rulfo y Edward Weston hay un paralelismo fotográfico: 'Sólo captaban lo que le sugerían sus ojos'. Esta colección lo evidencia; lo certifican desde sus calles de Talpaca (Jalisco) hasta la Erupción del Paricutín y el templo de Parangaricutiro y la galería de retratos de mujeres.