Plan Hidrológico
Sería paradójico que la oposición popular al Plan Hidrológico Nacional (PHN) muriese ahogada en ese agitado mar de tramitaciones, enmiendas y concesiones como moneda de cambio en las que los ciudadanos de a pie apenas sabemos desenvolvernos. A mi modo de ver, no deben perderse de vista cuatro reflexiones que deberían ser suficientes para impedir la aprobación del actual PHN:
1. El uso racional del agua es prioritario. De un recurso cada vez más escaso, hay que regular la demanda, no la oferta. Históricamente, los trasvases y grandes embalses sólo han servido para desequilibrar territorios. El suministro de agua subvencionada no puede servir para redistribuir la renta.
2. Los perdedores de la aplicación del plan están claros: la salinización y regresión del delta del Ebro y el daño a la plataforma litoral, pero también el deterioro de la actividad económica de la zona.
3. Los principales beneficiarios son las grandes constructoras y las inmobiliarias a la búsqueda de beneficio rápido.
4. Amplios sectores sociales han hecho oír su voz discrepante. La nueva cultura del agua es una cuestión que supera al Gobierno actual y debe ser debatida en otros foros. Nos estamos jugando el futuro.